La ciudad de la luz

La Cuarta Pared

27 de junio 2024 - 03:10

Siempre llega ese momento del año en el que se vuelve complicado pasear por la calle, da igual dónde vivas, tarde o temprano ese día termina llegando. Si te encuentras en Almería será un martes de julio a las 3 de la tarde y si vives en Manhattan será un viernes de enero a las 10 de la noche. Normalmente, ese pico era el que terminaba definiendo cómo se estructuraba la ciudad. Las angostas y estrechas calles del Albaicín favorecen la sombra y el frescor en la ardiente Granada de verano, mientras que las grandes avenidas que atraviesan el centro de París fomentan la entrada de luz a todos los rincones de la ciudad, cuestión del todo necesaria si queremos dotar a la población de cierto bienestar y salubridad.

Estos pretextos socioculturales y climáticos han sido el pilar del desarrollo urbano de la mayor parte de las ciudades de nuestro planeta. Algunas se han ido construyendo poco a poco con el pasar de los años y ampliándose en función de las necesidades de los habitantes de su tiempo. Otras, han necesitado transformaciones profundas como el famoso Plan Haussman de París para conseguir evolucionar y adaptar la ciudad a las necesidades de su época.

Sin embargo, poco a poco, las razones culturales han ido dejando paso a otras cuestiones como las económicas y políticas, que han sido las que realmente han terminado definiendo el crecimiento de las ciudades y la planificación de nuevas urbes como la futura The Line en Arabia Saudita. El factor económico, el posicionamiento geopolítico frente a otras grandes potencias o el control del desarrollo poblacional terminan definiendo el modelo de ciudad, dejando a un lado si nos encontramos en el desierto o en la montaña.

Pero bueno, ¿qué podemos esperar de un arquitecto o urbanista al que se le dan las llaves del diseño de toda una ciudad? La estructura y el orden parecen ser cuestiones que solo se les daban bien a los romanos, porque los ejemplos de ciudades planificadas en los últimos siglos parecen responder más a razonamientos utópicos y aspiraciones personales que al firme compromiso de resolver los problemas de una sociedad en un tiempo y espacio determinado.

En 2006 surgió el proyecto para construir una nueva ciudad, ecológica y sostenible, de la firma del famoso arquitecto Norman Foster, donde los coches que se alimentan de combustibles fósiles no tenían cabida. Eso sí, financiada y promovida por la empresa energética de turno con afán de posicionar su compañía.

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