La ciudad invisible

17 de julio 2024 - 03:08

El paraíso perdido, de John Milton, ya nos avanza, para entender una de las perspectivas propuestas en el proyecto que, en estos últimos años he estado sumergido y trabajando, y que intenta representar la realidad que asesta al ser humano a través de las ciudades, cómo este último se erige como el resultado del gran espectáculo del mundo y que plantea entender la dicotomía presente entre la omnipotencia del universo y el libre albedrío de los hombres, entre el bien y el mal, entre la aceptación del orden impuesto y la insurrección contra nuestras más íntimas estancias.La búsqueda por seguir ahondando en la problemática actual nos convida a releer El hombre invisible, de Ralph Ellison, una obra que trata de los problemas sociales e intelectuales que atormentaba a la comunidad afrodescendiente en los Estados Unidos, en los albores del siglo veinte, desde una perspectiva etimológica racial e incluyendo las relaciones que se establecían entre la identidad negra y el marxismo, las políticas de Booker T. Washington y otras reformistas y, sobre todo, los temas de la individualidad y la identidad. Desde este último parámetro, los afrodescendientes, al igual que los colectivos y comunidades minoritarias que constituyen las estructuras sociales actuales afrontan los mismos retos, conflictos y dificultades: la invisibilidad. Una condición sustancial que replica el sistema para todos aquellos que no cumplen los estándares exigidos o reprogramados de las sociedades, sean cuales fuesen.

La ciudad invisible es por tanto la parte de la urbe que se alza ante nosotros y no tiene nombre. Está conformada por todas aquellas personas que, de una forma u otra, no están representadas en los medios de comunicación, que no existen en el discurso oficial de las administraciones y si han de existir, es de forma meramente anecdótica, para inflar unas estadísticas que deben prever todo, sin actuar ni comprometerse en nada.

Este espacio no visible de lo real es el resultado inequívoco de abandonar a aquellas personas que han sido dotadas de una visión que no es la oficial, sufriendo el desamparo, la exclusión y el aislamiento por parte de la sociedad y, quizás, es por este motivo de la necesidad de recrear a través de las propuestas artísticas una metáfora que represente la ceguera de la sociedad con respecto a las singularidades y sensibilidades que desarrollan los individuos y que no debe condicionar su identidad, ni sus libertades ni sus derechos.

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