Ciencia y creencia, entre la razón y la tradición

11 de febrero 2025 - 03:07

Vivimos en la era de la ciencia. En este preciso instante, miles de investigaciones rigurosas están en marcha en todo el mundo. Infinidad de profesionales basan su actividad diaria en los últimos avances científicos publicados. La medicina es un ejemplo evidente del modelo científico.

Pero, aun así, sigue habiendo quienes recurren a terapias alternativas, rituales de antaño y prácticas sin ninguna evidencia científica.

El fenómeno no es nuevo, claro. A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado respuestas y soluciones más allá de lo explicable. Desde rituales para atraer la buena suerte hasta tratamientos que prometen armonizar la energía interior, la creencia en fuerzas invisibles que intervienen en nuestra salud o fortuna ha estado siempre presente, incluso en sociedades altamente tecnológicas.

El abanico de prácticas es amplio. En nuestra cultura, está profundamente arraigada la creencia en el mal de ojo y los diversos rituales para combatirlo. En los últimos tiempos, también ha cobrado fuerza el concepto de “terapia alternativa”, un término que engloba desde la homeopatía hasta tratamientos basados en supuestas frecuencias energéticas.

Cabría pensar que, en un mundo donde la ciencia ha demostrado su eficacia en la cura de enfermedades y la mejora general de la calidad de vida, estas prácticas tenderían a desaparecer. Pero es evidente que no es así. ¿Por qué persisten?

Por varias razones. La ciencia ofrece respuestas racionales, pero a menudo deja de lado el componente emocional. El entorno personal y familiar también juega un papel crucial: muchas creencias se transmiten de generación en generación, convirtiéndose en parte de la identidad cultural y las costumbres familiares. Y, por supuesto, está la fe. Enfrentarse a lo desconocido —una enfermedad, una crisis personal— genera una gran incertidumbre, y disponer de una herramienta más proporciona una mayor sensación de control y esto calma la angustia.

Lo interesante es que muchas personas combinan ambos mundos: confían en la medicina convencional, pero al mismo tiempo recurren a estos métodos con la esperanza de potenciar su bienestar. Al final, la pregunta no es si estas creencias desaparecerán, sino cómo convivirán con los avances científicos. Porque, por muy avanzada que esté nuestra sociedad, siempre habrá un espacio para lo inexplicable, lo subjetivo y lo que, en última instancia, nos hace sentir mejor.

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