Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Desde el pasado mes de octubre se vienen dando noticias sobre la decisión de que se expropien unos terrenos en la provincia de Jaén, con la incidencia que está expropiación tendría sobre unos cien mil olivos que serían talados al final del proyecto. Lo que sólo era una noticia hace meses, ha pasado a convertirse en una imagen, siempre vale más que mil palabras, en la que se ve una máquina que va dejando caídos, tronchados, a los viejos, altivos y casi eternos olivos de Jaén. En los últimos años me ha tocado recoger la aceituna de tres olivos. Compré un peine especial, unas lonas y dale que te pego. Me hacía ilusión. Un día, un buen amigo, Antonio Amate, me llevó a conocer una finca donde eran miles y miles de olivos los que estaban disfrutando del paisaje almeriense. Qué maravilla. Los tres míos, daban unos frutos grandes, gordal me dijeron que era la variedad, y que se convertían en aceitunas curadas para el puro placer de un aperitivo ante una copa de fría cerveza o de un vaso de vino, tras la receta de un amigo de Alhabia. Tres olivos que seguirán dando aceitunas, unos años más que otros, pero no me pregunten por qué, no tengo ni idea, tres olivos que no podrá talar la política de la Junta de Moreno, o el gobierno de Sánchez.
Ya les llaman en los medios los cien mil olivos de Moreno, ya que hacen al presidente de la Junta responsable de lo que desde Sos Rural llaman como la gran tragedia a la que se enfrenta el campo andaluz en su historia. Lo que parece evidente es que así no se defiende el campo, ni a los aceituneros altivos, ni al precio del aceite que llega a las cocinas de los andaluces y que lleva unos años por los cielos: Cien mil orgullosos olivos abatidos, se pongan como se pongan los políticos, son muchos olivos. Cuentan que es por aquello de que hay lograr energía renovable, y que el espacio de esos cien mil olivos de Moreno, no sé cuántos campos de fútbol son, los van a ocupar placas solares. Cambiamos el verde oscuro del eterno olivo por una placas oscuras, algo patéticas, feas donde las haya, que destrozan el mágico ambiente de los olivos en nuestros campos, que no dan producto alguno para nuestros estómagos y de las que no se quejan los ecologistas de la subvención. Hoy son los olivos, y en Almería nos callamos, no vivimos de ellos, mañana pueden ser los invernaderos, y que piensan que van a hacer en el resto de Andalucía. Al final, nadie nos defenderá, ya lo dijo alguien hace muchos años.
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