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Gafas de cerca
Tacho Rufino
Serendipia y mollas
Quiero comenzar compartiendo con ustedes mi profundo amor y agradecimiento a los misterios de la vida por haber nacido en España. Estoy muy orgullosa de ser española. Agradecida a la vida por regalarme la vocación por la humanidades en el país donde nació la civilización Hispánica, que regaló al mundo la Escuela de Salamanca, El Quijote por ingenio y pluma de Miguel de Cervantes Saavedra y el Museo Nacional del Prado. Con humildad y responsabilidad. Porque como escribió Paul Osborn para el guión de Sayonara (Joshua Logan, 1957) una de las joyas del cine, ni la belleza ni el horror son privilegio exclusivo de ningún tiempo, lugar, pueblo o civilización. Queridos lectores perdonen la autorreferencia. Viene motivada por el profundo hartazgo, repugnancia e insurrección que me producen tantos mediocres y perversos politicastros y figurines del poder. Llevan más de treinta años infundiendo el odio de los españoles a España y a la Hispanidad. Alimentan el peor defecto patrio, la envidia. Su descendiente directo es el cainismo. También sus lacayos sectarios entregados a la subvención y el etiquetado censor. Agentes fanatizados que expanden la peste del siglo XXI: el analfabetismo funcional al totalitarismo pobresista. Se han unido a la agenda vil y mediocre de “No tendrás nada, comerás grillos y serás feliz en un radio que puedes caminar en quince minutos”. Muy colectivo y estabulado por el todopoderoso estado progresista y los privilegiados que lo controlan. Obedientes y calladitos a pagar impuestos o captación de fondos públicos, sin pensar en nada que no nos autorice su propaganda u oficina de artes escénicas. Oficina que crea la ley para mi mujer y mi hermano y tiene sedes en el zulo moral de los terroristas de ETA y en el palacete separatista catalán de un prófugo de la justicia. No hay problema, pagan los españoles. Pretenden encubrir su genérica dictadura añadiendo a conveniencia las palabras democrático, fascista, ultra, progresista, memoria y social ¿Dónde está nuestra respuesta ciudadana a este disparate? Hay momentos y épocas en la vida, en la historia, donde la acción y la inacción ante el mal propias y de nuestros semejantes aparentan no tener remedio. Los malvados se atribuyen la certeza de ser dueños de las vidas y haciendas ajenas. Por eso ambicionan dedicarse a la política para envilecerla hasta convertirla en su profesión.
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