Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
He vuelto a ver una película que me cautiva. Ex Machina. La revisito de vez en cuando y cada vez que lo hago, descubro matices nuevos que me dan que pensar. Ayer sin ir más lejos, percibí a la casa en la que se desarrolla la trama como un personaje más de la historia. La casa de “Ex Machina” es más que un simple escenario; es un ente dual que casi gobierna la historia.
Desde el exterior, la casa se fusiona armoniosamente con la naturaleza circundante. Con un diseño minimalista y ultra vanguardista, creando un contraste audaz con un entorno salvaje, casi virginal, e insinuando una dicotomía entre lo natural y lo artificial. Este contraste inicial establece el tono para la compleja exploración de temas filosóficos que caracteriza a la película. Por el interior, una serie de espacios que reflejan la complejidad psicológica de los personajes principales representan el laberinto de las emociones humanas. Los espacios abiertos y luminosos sugieren transparencia y claridad, pero también evocan una sensación de vulnerabilidad y exposición. Por otro lado, los rincones oscuros y claustrofóbicos insinúan secretos ocultos y revelan la naturaleza más oscura y opresiva de Nathan, el enigmático “creador” que juega a ser Dios.
Pero es que además la casa, completamente domotizada y repleta de la tecnología más avanzada, establece un vínculo simbólico con la inteligencia artificial representada por la protagonista, Ava. Ambas son construcciones meticulosas que desafían las percepciones convencionales de lo real y lo artificial, cuestionando los límites de la existencia y la conciencia.
La casa, realmente no existe como tal. Para recrear esa sensación de ambiente de encierro angustiante, el responsable de la escenografía Mark Digby, se sirvió de un recóndito hotel en Noruega. En última instancia, la elección de ubicar la película en un entorno tan impresionante como este, combinado con las recreaciones meticulosas en los sets de filmación, contribuye significativamente a la atmósfera única de “Ex Machina”. Este enclave remoto y salvaje aporta una cualidad de soledad y aislamiento que intensifica la sensación de angustia y claustrofobia, reforzando la frontera borrosa entre lo real y lo imaginado, lo natural y lo artificial que subyace en toda la narrativa.
Esta película sin la casa no hubiera sido posible. Le faltaría uno de sus personajes más importantes.
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