Casa de apuestas

18 de marzo 2025 - 03:08

Me asomé a la experiencia del nieto de un amigo que cambió sus sueños de juventud por el riesgo en la jungla del juego, entre las casas de apuestas online y las de la ciudad. El riesgo se transformó en deseo irrefrenable por apostar y “apostar cada vez más era la trampa porque solo con vivir no le bastaba” -me dijo su padre el día que se suicidó-.

Los juegos de azar han sido una constate de este país durante siglos hasta que a finales de 1970 se consumó la despenalización. Los almerienses no han estado ajenos a ese trasiego legal porque en el Casino Cultural de Almería, además de tertulias y bailes, los pequeños y grandes burgueses jugaban al póquer en habitaciones convertidas en garitos clandestinos que las autoridades locales veían, oían y callaban, a pesar de que su permisividad terminaba en la ruina de muchas familias almerienses.N Andalucía cuenta con un salón de juego por cada 11.000 habitantes y Almería es la segunda provincia andaluza con más incremento exponencial de juegos de azar online y salones de juego por cada 8.000 habitantes, cifra que tras la pandemia disparó el número de jóvenes online. Muchos de estos salones de la capital y provincia están ubicados en zonas donde existen mayor número de personas con bajos niveles de estudio y en la capital penetran en el cuerpo de los adolescentes dada su proximidad a los centros docentes.No quisiera pontificar, pero la esterilidad de la normativa empuja a muchos jóvenes a adentrarse en los juegos de azar motivados por su enorme curiosidad. Y hay algo inquietante en la situación anónima que atraviesan cientos de familias de Almería, atrapadas por una adicción a la que nadie parece interesar la creciente ludopatía. En los salones de apuestas el jugador siente esa ceniza del placer que acompaña al ganar junto al deseo compulsivo del cada vez más y la esperanza de volver a ganar, hasta que salta la chispa que enciende a los desesperados. La esperanza en cada apuesta se convierte en una palabra peligrosa: naufragio.

Hay personas astutas que, frente a la oscura parrilla de los salones de juego, el aura de sus cuerpos se acoplan a los juegos de forma magnética y saben cuándo retirarse. Sin embargo, hay otras que al no encontrar su suerte enganchan su vida a la noche, de salón en salón, hasta el primer resplandor del día que trae el naufragio definitivo donde, desesperados, pierden la esperanza y ya solo queda la pared o el abismo.

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