Francisco García Marcos

Carles (Houdini) Puigdemont

Comunicación (Im)pertinente

10 de agosto 2024 - 03:09

Hollywood se vio obligado a intervenir y, de paso, a revitalizar el cine de aventuras de animación. Los superhéroes habían señoreado durante décadas el cómic, naturalmente, convertido muy pronto en industria. En EE. UU. habían conocido un primer período de máximo esplendor a partir de la segunda mitad de los 30. Desde entonces y a lo largo de la década siguiente los quioscos de América conocen a The Phantom y a Superman, a Timely y a Batman, a la Antorcha Humana y a Flash, o a La linterna Verde. El género decayó con la II Guerra Mundial y su consiguiente postguerra. Pero a partir de la segunda mitad de los 50 volvió con nuevo empuje y nuevos personajes. En 15 años la primera generación de superhéroes encontró compañeros tan notables y exitosos como Los 4 fantásticos, Spiderman, Hulk, Saredevil o X-Man. Con los 1970 todo se deshizo de nuevo, hasta rozar el olvido.

Para llevar a cabo su rescate, Hollywood recuperó La Liga de la Justicia, una especie de congregación de superhéroes que, más allá de sus diferencias, estaban dispuestos a defender la patria, hasta sus últimas consecuencias. Así que en 2017 se produjo su estreno mundial, con éxito plausible, pues recaudó 658 millones de dólares, muy por encima de los 300 que costó realizarla.

Inspirado por ese exitoso ejemplo, el estado español ha recurrido a su arsenal de superhéroes de cómic para capturar a Carles Puigdemont y su ampliamente anunciado retorno a España, con lugar y día previamente aireados a los cuatro vientos. El servicio de inteligencia ha sido asignado a Mortadelo y Filemón, dos agentes de hiperbólica y contrastada ineficacia. La infraestructura ha quedado a cargo de Pepe Gotera y Otilio, cuyo sobrenombre de “chapuzas a domicilio” excusa cualquier comentario. Rompetechos patrullará en la calle, a pesar de que su práctica ceguera le impide distinguir nada. El avituallamiento corre a cargo de Carpanta, un famélico endémico que ha olvidado la última vez que comió algo. Las comunicaciones han sido encargadas al Abuelo Cebolleta, aunque nadie garantiza que no las colapse contando sus batallas de juventud. Al mando de las operaciones ha estado el osado y temerario sargento Arensibia, paradigma del chusquero, incapaz de hacer algo en condiciones.

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