El camión del butano

Luces y razones

El camión del butano
El camión del butano / Javier Alonso

En los anaqueles de los recuerdos infantiles, algo desordenados o un tanto imprecisos en el armario de la memoria, figuran los juegos y los objetos o juguetes con que jugar. Si bien poco hacía falta, en muchas ocasiones, más que la imaginación aplicada a lo que estaba a mano en la humilde y exigua provisión de los días. El camión de plástico con las bombonas de butano era entonces un regalo espléndido, que la generosidad de los Reyes Magos dejaba a su paso para no truncar los desvelos y las expectativas de la ilusión. Y ese juguete reunía varias características de sobra atractivas. Una era la de acercar la cotidiana realidad del camión del butano, hecha a la medida del juego, del todo reconocible porque el paso del camión por las calles solía reclamar también la todavía ingenua atención de los niños. El camión, en sí mismo, tenía que ver con ello, pues los vehículos motorizados provocaban cierto embeleso, aunque hubiera que empujarlos con las manos y los motores solo arrancaran con las llaves del magín, en esta otra característica del juguete. Y falta la numerosa provisión de bombonas anaranjadas, que permitían el alternativo disfrute del orden y el desorden, al cabo resuelto con su recolocación en el camión. Por eso cuando este pasa por las calles de hogaño, repleto de bombonas, la memoria brinda un infantil regocijo.

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