
A Vuelapluma
Ignacio Flores
¿Por qué 101 lobos?
Hay un video circulando por las redes sociales que da miedo. Y vergüenza también. Un chico de unos 11 años, sentado sobre un gran neumático, llora desconsoladamente mientras un grupo de chavales, conocidos y compañeros de clase, le dedican cantos y frases ofensivas sobre su físico. ¡¡Que vergüenza!! Y además lo hacen en el día de su cumpleaños, precisamente había traído una tarta para celebrarlo. Se te parte el alma, la verdad. Pero creo que hay que verlo, creo que es necesario pasar el mal rato para concienciarse del grave problema que tenemos encima desde hace ya demasiado tiempo: el maldito bullying, el acoso organizado que tanto sufrimiento y desgracias provoca. Amigo lector. Soy el enemigo número uno de los acosadores y chulescos en los colegios. Paso ya unos años de los setenta y recuerdo como defendía constantemente a otro compañero que por su defecto físico era increpado por otros compañeros de la misma clase. Después de estar treinta y ocho años fuera de Almería, un día recién venido, nos encontramos por el Paseo, y me recordó la defensa que le hacía contra aquellos malvados y malas personas.
Los profesores y los centros educativos son conscientes del problema y hacen todo lo posible para que nadie se sienta discriminado ni por raza, ni sexo, ni credo, pero no resulta nada fácil.
Hay casos que, puntualmente han disparado las alarmas y llegan a sensibilizar, de momento a la ciudadanía sobre algo que afecta a muchos niños y jóvenes (más de los que nos figuramos) en colegios, en la calle y en las redes sociales. Los acosadores cargan las tintas y sacan toda su rabia contenida a los que consideran diferentes o inferiores con expresiones tan desagradables como “gordinflón, gafotas, cuatro ojos, maricón de mierda, empollón…”. Algo que ha ocurrido siempre, no nos engañemos, pero que ahora se ve acrecentado por el uso masivo e indiscriminado de los móviles.
La maldad es algo intrínseco en algunos individuos y se manifiesta de la peor manera y desde muy temprana edad. ¿Y los padres? ¿Realmente son conscientes del problema y de la actitud mísera y ruin de sus hijos? Denunciemos el acoso, no dejemos pasar el abuso y la persecución al de al lado. No pensemos que eso no nos afecta, que es problema de otros. Lo más probable está más cerca de lo que imaginamos. Y quizás entonces sea tarde. No busquemos culpables demasiado lejos; el problema puede estar también en casa.
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