Bocetos de la familia de Carlos IV

Hay numerosos estudios escritos sobre el gran retrato colectivo de la familia de Carlos IV, pintado por Goya en 1800, una de las cimas de la pintura universal, pero todos adolecen de una investigación seria sobre los bocetos preparatorios que el artista tomó del natural a casi todos los personajes del cuadro en el palacio de Aranjuez durante la primavera del citado año. Salvo la Infanta Carlota Joaquina, que ya vivía en Portugal, le posaron todos los retratados en el cuadro definitivo. Se sabe que pintó diez bocetos, pues existe la factura presentada por los mismos el 23 de julio. En el Museo del Prado, junto al gran cuadro definitivo, se conservan cinco de ellos, todos del mismo tamaño y técnica, que se caracterizan por ser estudios en busto muy definidos de los rostros, una ejecución muy sumaria de las vestimentas, bandas y condecoraciones, y fondos que no cubren la totalidad de la preparación anaranjada del soporte. Representan a los infantes Carlos María Isidro y Francisco de Paula, al príncipe de Parma y a los hermanos del rey Antonio Pascual y María Josefa. En ocasiones se ha repetido que sólo estos cinco son obras seguras de Goya y que otros, conservados en museos y colecciones privadas extranjeras, son copias de Esteve de originales perdidos. Pero no es cierto. Se conocen los cinco estudios restantes y son, como los del Prado, obras autógrafas y de calidad extraordinaria, todos pintados sobre lienzos similares y preparaciones idénticas. En el Metropolitan de Nueva York hay dos, el del príncipe Fernando y el de la infanta María Luisa con su hijo Carlos Luis en brazos. El museo solo reconoce la autoría del primero. En el Museo Taft de Cincinnati está el de la Reina María Luisa, magistral. Los dos restantes, el del rey Carlos IV y el de la infanta María Isabel, se encuentran en paradero desconocido pero se conocen por fotografías que evidencian igualmente su gran calidad. Junto al ya citado del príncipe Fernando del Metropolitan, pertenecieron a la infanta María Fernanda, duquesa de Montpensier, los tres son del mismo tamaño y están acabados como retratos independientes, con los personajes insertados en un óvalo. A todos estos estudios habría que añadir los autorretratos que se conservan en Bayona y Castres, pues parecen preparatorios para el del cuadro definitivo. El asunto da para una exposición monográfica organizada por el Prado, que serviría para reunir el conjunto disperso, hacer las pruebas y estudios correspondientes, y disipar dudas definitivamente.

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