
En tránsito
Eduardo Jordá
Un viejo país ineficiente
Luces y razones
Dalí pintó La persistencia de la memoria, cuadro más conocido como Los relojes blandos -o también derretidos-, y dijo, con su premeditada y no poco presuntuosa extravagancia -los genios no se libran de los defectos-, que, con ellos, “había sabido resolver la ecuación espacio tiempo”. No hace falta visitar el Museo de Arte Moderno de Nueva York, aunque sea una más que buena escapada, para apreciar el singular surrealismo del pintor de Figueras. Al cabo, los relojes se reblandecen por el paso del tiempo, además de otras interpretaciones del todo imprecisas, pues el surrealismo se inspira en lo irracional y lo onírico y expresa el subconsciente, de modo que no son fáciles de entender sus manifestaciones con la ayuda del realismo, la fiel representación o recreación de la realidad observada. Esta fotografía asimismo podría dar para las bicicletas blandas, cual si hubieran sido emblandecidas, ya por su frecuente uso, ya por su estragador abandono. Mas también por el paso del tiempo, cuyo curso no siempre necesita de otros factores para hacerse notar. Así dispuestas las bicicletas, encadenadas en un amarradero urbano, cabría considerarlas además a modo de una de esas instalaciones artísticas que corren el riesgo de ser retiradas como si fueran productos de desecho, ya que ni siquiera las inspira el surrealismo para que parezcan blandas.
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