Vía Augusta
Alberto Grimaldi
‘Informe caritas’
Pasadaslas conmemoraciones del Bicentenario, y ya con algo de perspectiva sobre lo acontecido en estos últimos días, hago públicas algunas reflexiones sobre lo acontecido, con el mejor ánimo constructivo, y amparado en la amabilidad de este periódico. Tres hechos singulares destacan, a mi entender, en estos fastos. En primer lugar, la Recreación Histórica del día 23, que fue iniciada el pasado año con el deseo de recuperar, mejoradas, algunas tradiciones históricas perdidas, tales como la procesión cívica de antaño y que, como habrán podido observar, ha sido todo un éxito, incluido de público, no obstante el sol de justicia que caía, y gracias sin duda a la generosa colaboración de muchas personas, tanto foráneas como procedentes de otros rincones de España. Conviene aclarar que todos actuaron “per amore”. En román paladino, actuaron “sin llevarse un duro”, como alguna crítica mal intencionada ha insinuado, abogando por la supresión de la modesta ayuda oficial que se recibe. ¡El sagrado dinero público!
En segundo lugar, la acertada elección de pregonero en la persona den D. Jesús Rodríguez Vigorra. Seguramente es el mejor pregón que hemos escuchado o leído, en muchos años. En algunos momentos, tan vibrante como los pronunciados en 1841/43, en tiempos de Espartero: “Honor y gloria, y Memoria”, demandó el pregonero para Los Coloraos, pues su gesta “no puede ser un final de mármol para una historia de fuego”. Hemos de felicitar a la alcaldesa por su acierto. Tampoco hubiera estado mal que, precisamente en este Bicentenario, la voz gallarda de una dama almeriense -cuyo nombre todos adivinamos- sonara alto y claro en el recinto consistorial, en justo reconocimiento a su infatigable labor en pro de Los Coloraos y el meritorio descubrimiento de sus restos. Gracias. Carmen.
Y el tercero, la constatación del triste periclitar de la ceremonia oficial. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, sentencia el adagio. Sobre un centenar de personas, como máximo, se congregaron alrededor del Monumento, incluidos políticos, representaciones civiles y militares, músicos y demás personal auxiliar. También se apreciaba la presencia de algunos pocos entusiastas locales. Por añadidura, se dice igualmente que el equipo asesor de la alcaldesa, habida cuenta la furibunda reacción de algunos medios, aparecida en ciertas páginas de Facebook de los días 23/24, vaticinando, entre otras lindezas, que el día 24 se produciría “la sacralización masónica de la Plaza Vieja”, se alarmó, aconsejándole gestos de moderación. Vino así, a pesar del talante abierto y conciliador de la alcaldesa, la suspensión de la interpretación de los himnos liberales. Debo expresar mi absoluta disconformidad con lo actuado, posición que creo es el sentir generalizado de toda persona no fosilizada en el pasado. Especialmente en lo referente al Himno de Riego, que al margen de sus connotaciones republicanas posteriores, es seguramente el más apropiado en estos actos. Sus acordes impetuosos y pegadizos, contribuyeron nada más ni nada menos que al derrumbe del Antiguo Régimen.
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