Besos en el culo

Entre tertulianos enciclopédicos, suele utilizarse el término gobernanza, y este denota, aunque no siempre se use adecuadamente, la forma de gobernar, sobre todo si resulta eficaz y se adecua a los fines perseguidos. Razón por la que podría repararse en la gobernanza “trumpiana”, si es que, con ello, no se cae en la contradicción de un oxímoron, asociados ambos términos de la expresión. Así las cosas, el presidente norteamericano, ataviado con esmoquin y pajarita, acaso haya querido hacer elegante una grosería cuando, tras imponer, pizarra mediante, y después suspender, temporal y parcialmente, aranceles a la carta, declara que mandatarios de muchos países lo han llamado, besándole el culo e implorando tratos a costa de lo que fuese. Un efecto, ciertamente menor, de esta despendolada gobernanza es el de añorar los modos menos reprobables de la corrección política, si es que no quiere hablarse, sencilla y rotundamente, de la buena educación. Y estas burlas, propias de orates -ajenos al juicio, la moderación y la prudencia-, tienen asimismo un efecto búmeran, pues, más que ofender a los destinatarios, descalifican a quienes las profieren. Por no entrar en materia de besos, dados en salva sea la parte, y en el “gustirrinín” del beso negro.

Con el culo de por medio, acuden al relato asimismo los tontos del ídem, que tienen una destacada representación entre los desaforados prebostes y sus validos de ocasión. Tontos del culo, en expresión coloquial y asimismo lejana a la corrección política, pueden ser los tontos en grado sumo, particularmente los afectados, engreídos y vanidosos. Quizás, en traducción libre, pueda asimilarse también ese género de tontaina -“tontorrón” hasta parece cariñoso- al que es más tonto que un saco de ladrillos. Tal como el multimillonario Musk -coyunturalmente cercano al señor de los aranceles- ha calificado a otro asesor áulico del presidente norteamericano, ideólogo y convencido defensor de los gravámenes anunciados por este en el sainete de la Rosaleda de la Casa Blanca.

Discrepan además los tertulianos sobre si la gobernanza estadounidense responde a un plan, despliega una estrategia premeditada, o es más consonante con los modos y maneras del regateo de las transacciones comerciales, no precisamente en pequeña escala. Tal vez, por eso, los besos en el culo anuncien la disposición a los tratos, mas no se piense que carnales.

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