Belén ayer y hoy

Fiel a viejas tradiciones, también este año me paro a mirar un belén. Este año es uno muy curioso. Está en Albox, en un antiguo taller de artesanía tradicional de cerámica bastante conocido, el Puntas. Es francamente original: hechas sus figuras y sus construcciones a mano representa las diversas actividades tradicionales de Abox. Bulle allí la actividad y es, además, un remanso de paz: cada uno a su labor: el herrero a sus hierros, el carpintero a sus maderas, el transportista a sus carretas y el ceramistas a sus barros. Y por supuesto, también un caganet a lo suyo. Parece ser un trasunto de lo que pudo ser Belén hace unos dos mil años. Pero no, porque aquel “Belén”, como toda la Palestina de entonces, estaba sometido a un poder ajeno derivado del romano, con Herodes a la cabeza según la tradición, que ensombrecía la vida de los judíos. La matanza de los inocentes, la crueldad de esa matanza es uno de los episodios más tristes descritos en el Nuevo Testamento. Los niños pagaron el miedo de un gobernante tiránico a perder el poder. El miedo a que otros gobernantes u otros pueblos ocupen el lugar que ocupan de manera más o menos justa, más o menos legítima, es la chispa que genera relaciones violentas. Y lo que es más triste: esas relaciones violentas ocasionan muertes, muchas muertes como son todos los casos descritos en el Antiguo Testamento, donde la “ocupación” de la Tierra Prometida, aquella que le dio Yahvé a los israelitas, costó vidas de hombres, mujeres y niños ajenos y la destrucción de muchas ciudades. Jericó puede ser el ejemplo más palmario, donde la trompetería consiguió destruir los muros. Eso fue entonces. Y ahora no hay trompetas, pero hay un armamento más que efectivo para ir destruyendo, una a una, ciudades, hospitales y escuelas. Así conseguirán arrojar a los palestinos de aquella su tierra como antaño y al parecer así conseguirán recuperar una tierra que dicen que les pertenece por derecho divino. Esa es la realidad que ocultan nuestros belenes. El labrador, los pastores, las mujeres lavando la ropa como si no pasara nada, son para ficción. Ni antes ni ahora fue terreno de paz y armonía. Y cantando eso de “paz a los hombres de buena voluntad” estamos silenciando que hay al menos cuarenta y cinco mil muertos inocentes, y hay millones que están pasando hambre y sed. Yahvé debería haber buscado otra manera de dar una tierra sin necesidad de tanto sufrimiento.

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