La mirada zurda
¿Qué es la suerte?
Todos la escasez es la causa principal (hay otras menos legítimas) para aumentar el precio de un producto, la futura abundancia de boquerones debería ocasionar su bajada de precio. Que hoy está bastante alto: hasta doce o catorce euros el kilo los muy grandes, que son los ideales para hacer en vinagre o en salazón. Es de esperar una abundancia de boquerón en nuestras pescaderías, porque la Unión Europea ha aumentado el cupo para las pesquerías del Golfo de Cádiz para 2025. Y no ha sido un aumento del diez por ciento, como ocurrió este año con el atún rojo, sino que ha pasado de mil toneladas en 2024 a siete mil para el inminente 2025. De esto, curiosamente, se habla mucho menos que de las reducciones de la pesca de arrastre (que, por cierto, no van a ser tan drásticas como el 79 % previsto, aunque seguirán siendo importantes). Debe ser que los medios consideran que una buena noticia vende mucho menos que una mala, y los consumidores de noticias parece que les dan la razón.
En fin, dispóngase a desempolvar las recetas con boquerones de la abuela, como una especie de chambis (sándwiches en anglófilo) que hacía la mía con dos boquerones abiertos, rellenos de un picadillo de jamón atocinado, ajo, perejil, huevo y miga de pan; pasados por harina y fritos en aceite no demasiado caliente para que cuaje el huevo, sin requemar el pescado. Pero la estrella lujosa es la salazón conocida por anchoa, aunque en el norte le llamen anchoa a todo boquerón, sea crudo, salado o cocinado. Recientemente he descubierto las de la marca López; unas anchoas espectaculares, de sabor y de tamaño. Son muy grandes, pero no recurren al “planchado” para que parezcan más anchas; conservan su grosor, lo que les proporciona jugosidad. Y un magnífico sabor, ampliado por dos años de maduración, algo poco usual. El precio está a la altura: la lata con ocho filetes cuesta veinte euros más portes. Hace poco conté aquí que las conocí en un bar de Sanlúcar de Barrameda, Botapunta, donde las sirven sobre un brioche hojaldrado y mantequilla de oveja. La mantequilla de oveja COVAP la tienen en Comestibles San Antonio, en la calle Castelar. Los brioches los hacen los del bar susodicho, así que me he apañado con unas tostadas crujientes pero suaves, “Sarraceno”, de Santiveri. Son de alforfón, como su nombre indica. Las encontré en Simago, perdón Carrefour del Paseo, antiguo que es uno.
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