
Antonio Lao
La agricultura de Almería y los aranceles
Reflejos
Cristo bajó a los infiernos, esto se dice en el Credo cristiano. Este descenso se cita poco en el Nuevo Testamento, siendo descrito en la Primera Epístola de San Pedro, así como en una de las Cartas de San Pablo.
En el evangelio apócrifo de Nicodemo, es donde se relata con mayor detalle el descenso de Cristo a los Infiernos. En este, se describe su entrada en el Inframundo con un temblor profundo que hizo caer cadenas y puertas, iluminando todo a su derredor. En este, se dice que Jesús iba acompañado de San Dimas, el buen ladrón, siendo Adán y Eva los primeros en ser rescatados, seguidos de los profetas y hombres justos. En los tres días que allí permaneció, Jesucristo predicó la Buena Nueva a todos los muertos, entre ellos a la Humanidad desaparecida tras el Diluvio. Los espíritus descreídos, e inmundos, huyeron del resplandor cegador que inundaba el lóbrego lugar, siendo encerrados los entes diabólicos en los más profundo del Infierno, junto con los pecadores no arrepentidos. Los justos fueron salvados, los arrepentidos tras pulgar sus faltas verían su recompensa, y tras la Resurrección el Infierno quedó vació, salvo el lugar más oscuro y tenebroso, donde permanecían los condenados. Según el evangelio de Nicodemo dos resucitados, Lêucio y Carino, aparecieron en Jerusalén, presentándose al Sanedrín. Concuerda muy bien con lo escrito en el evangelio de San Mateo, que en uno de sus pasajes dice “Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron” Según la tradición cristiana, al tercer día subieron a los Cielos. Cuando se habla de los Infiernos, el lugar referido es amplio, pues en la religión hebrea se distingue el Seol y Gehenna. El Primero es un lugar frío, donde las almas permanecen sin memoria, deseos ni emociones, perdidas, en una oscuridad permanente. No es un lugar de dolor, sino de olvido. En cambio el Gehenna sí constituye un lugar de dolor, maldad, castigo y renuncia al Bien. Concepto también recogido en el Islam. En Israel existe un lugar llamado Valle de Gehenna, al lado de Jerusalén, antiguo estercolero donde se quemaban basuras y cadáveres. Incluso fue lugar de adoración de dioses que exigían sacrificios humanos.
En la mitología griega se diferencia el Hades y Tártaro, este último lugar de tormento. Igualmente existe el Naraka en el budismo e hinduismo, el Di Yu para el taoísmo y el Yomi en el sintoísmo, el Duat en la religión egipcia, o el Hel en la nórdica, con su Naströnd similar al Tártaro.
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