Aurelio Romero

Ayuno muy y mucho intermitente

Si usted se levanta pensando en un chocolate con churros, sepa que es mejor para la salud desayunar un plato de brócoli a la plancha, sin sal, o como decía el otro día un experto en longevidad, unas estupendas alubias (cocidas con media zanahoria como mucho) y luego para cenar, más alubias. Con esa dieta puede vivir cien años, qué largos se le van a hacer. ¿Y para almorzar? Absolutamente nada, son doce horas de ayuno. Toda una tropa de nutricionistas, cardiólogos, neurólogos y demás expertos (a saber cuántos de ellos son verdaderos) nos dan la chapa en internet y dificultan la lectura de la prensa en el móvil (si es que donde esté el periódico en papel de toda la vida…). “Soy internista y nunca tomo estos dos alimentos”. Pues muy bien, oiga, pero déjeme acabar lo que estaba leyendo… Los cincuenta enteraos que nos asaltan a diario suelen coincidir en una cosa: lo buenísimo que es el ayuno intermitente. Pero algunos no se enteran, como ésos del grupo municipal del PP sevillano, que realizaron un gasto enorme en comilonas con fondos públicos en plena crisis económica. Y, a juzgar por la cantidad (y calidad) de las facturas, por lo visto esta gente no dejaba descansar a su aparato digestivo ni siquiera media hora. ¿No hay ningún experto que les diga que, si es con fondos públicos, el ayuno ha de ser muy y mucho intermitente, durar ocho o nueve décadas, como mínimo? Contra lo que dijo la de reconocido prestigio jurídico (sí, la misma que en 2021 afirmaba en el Senado que la amnistía a los separatistas condenados no era planteable en un estado constitucional y democrático porque eso sería suprimir, literalmente, el poder judicial), a ver si el dinero público va a ser de alguien, en concreto, de todos nosotros, y está feo que algunos echen mano de él para pedir ‘raciones abundantes’ y copas sin fin. Es ingenuo pensar que la corrupción, de cualquier cuantía, pueda algún día si no desaparecer, reducirse mucho; ahora bien, sería deseable que los controles para intentar erradicarla funcionaran al menos un poquito, y para ello los propios partidos tendrían que ser los primeros en denunciar a los suyos cuando éstos metieran la mano donde no deben. Eso ocurrirá, más o menos, cuando las ranas críen pelo. ¿Cómo? No, hombre, no hay que desesperarse: la bioingeniería genética conseguirá algún día en el laboratorio unos preciosos ejemplares de ranas peludas. Seamos optimistas.

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