El atractivo de la expectativa

Luces y razones

El atractivo de la expectativa
El atractivo de la expectativa / Antonio Lao

Huyen los gatos del agua, aunque no tanto del pescado. Y aunque son felinos ágiles, también gustan de moverse con parsimonia y se serenan, o están atentos, en la quietud expectante. Por eso es más que probable que este gato no se acerque a la orilla del mar, si bien ha encontrado donde acomodarse cuando no hay mucha concurrencia y las pequeñas embarcaciones aguardan, también quietas en la playa, nuevas singladuras ma-rineras. Ni los gatos piensan, aunque así lo parezca con su escrutadora mirada, ni las barcas hablan, por más que casi digan e inviten a la estancia a bordo. De modo que el conjunto resultante, captado por el tino del fotógrafo, es una instantánea de la expectativa, pues esta anuncia la posibilidad razonable de que algo suceda y no es mala cosa, así, aguardar con serenidad. Navegaran de nuevo las barcas, y, por tanto, la expectativa se sabe cumplida por la costumbre, el hábito o la faena ordinaria. El gato dejará, además, de estar quieto cuando lo esperado haga conveniente moverse como mejor resulte. Mas si la expectativa se trunca y se demora y, al cabo, desaparece, entonces se afirma el abandono, que consume y desgasta las cosas inanima-das, pero también las rutinas de la vida, aunque sean las de un felino doméstico que ni piensa ni tiene un ánimo genuino. De ahí el atractivo de la expectativa, más que de su resolució.

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