Asuntos públicos

11 de octubre 2024 - 03:08

Los afanes de los días suelen acaparar al común que ha de vérselas para sacar esos mismos días adelante. Por tal casusa, la atención o el seguimiento de la actualidad política no resulta algo fácil o atractivo. Si, además, las adscripciones ideológicas, en el solar patrio, son no poco inamovibles por una atávica lealtad banderiza, más debida al deseo de cerrar el paso a los oponentes que a la convicción del acierto de los partidarios, la capacidad de situarse críticamente ante los asuntos políticos por públicos, o al revés, es escasa o resulta mal interpretada, primero, y rechazada, después, si no a la vez.

Suele utilizarse también el sintagma de la judicialización de la política para cuestionar procesos judiciales que afectan a quienes la ejercen. Y de politización de la justicia cuando los pronunciamientos y las votaciones de tribunales o consejos superiores son previsibles a partir de la implícita, pero no tanto, adscripción política de sus miembros. Únanse, además, coyunturas de intereses partidistas en la configuración de mayorías parlamentaria; disposiciones legislativas que, ante la dificultad de su aprobación, tuercen o abigarran sus contenidos; o declaraciones maximalistas para contentar a partidarios ensalzados. Además de otras perturbaciones de los asuntos públicos -sobre todo debidas a que debieran serlo y no lo son-, que desbaratan eso que se dice gobernanza, aunque no lo sea, ya que así se denota una forma de gobernar eficaz y adecuada a los fines -necesariamente deberían ser de interés público- que se persiguen.

Este estado de las cosas -o de las cosas del Estado- sin mesura, beligerante y hasta en bastantes ocasiones frentista y polarizado acapara, entonces, la actividad política y quedan desplazadas o preteridas, aunque se proclamen enfáticamente, las prioridades sustantivas que afectan a la doméstica microeconomía, a la emancipación de los jóvenes, al acceso a la vivienda, al descontrolado curso de la inmigración y, como trasfondo, a los fundamentos y estabilidad del sistema político y social. Ya que, a falta de una moderación sensata -bastante más que un centrismo ecléctico o equidistante-, se acrecientan extremismos radicales para buscar soluciones perversamente simples ante los riesgos de coyunturas y situaciones que pueden llevar al desgobierno.

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