
La Rambla
Julio Gonzálvez
Pareces más joven
Lo alarmante de la arancelitis trumpista, con sus regateos bravucones, quizá no sea tanto su desmesura injustificable ya que, lo dicen los expertos, el desequilibrio de su balanza comercial se genera no por los tipos cruzados de aranceles sino porque su país consume más de lo que produce. Así que trastear los aranceles no solventa ese desfase. Al contrario: producirá más deuda pública. Mayor alarma suscita el trasfondo socioeconómico de una sociedad que aúpa a un narcisista extravagante a la presidencia del país. Porque hablamos de un sujeto con un historial de varias bancarrotas milmillonarias (1992, 2004, 2008), ducho en financiarse con bonos basura y sufrir la intervención judicial de sus cuentas, así que no es fácil explicar el mérito para su ascenso a través de los mass media hasta una presidencia desde la que desaíra a las instituciones que deberían controlarlo, desde la Reserva Federal a la judicatura.
El hecho invita a analizar algunos datos sociológicos sobre EEUU que si fueran ciertos, como malicio, radiografían una sociedad en franco declive: está a la cabeza de Occidente en materias tan elocuentes como la caída de su producción -si en 1945 producía el 50% de la industria mundial hoy no alcanza el 17%-, o en la regresión educativa sistémica, o la tasa de mortalidad infantil más alta de Occidente a pesar de gastar en sanidad más que nadie; o lucir una cuota de presos por habitante, sin igual en el planeta, y un parlamento al servicio de unos lobbies que depredan la riqueza social desde sectores tan básicos como el farmacéutico o el militar, amoldando leyes sobre opiáceos o drones, a capricho de sus cuentas de resultados, y que, a más, avala un sistema tributario con el mismo tipo fiscal para todos, ricos y pobres, ah, excepto para los megarricos, que es más bajo. Pero lo más grave de todo acaso sea la deriva cultural que pilota sobre un único credo compartido: lograr riqueza y poder, y volver a una arcadia supremacista respecto al resto de naciones. Y lo del ‘volver’ ese, -el: make America great ‘again’-, no es inocuo: es el signo rotundo de la frustración ideológica y el declive moral colectivo.
Una frustración generalizada que recuerda la dinámica populista de la Alemania de los años 30, con una República de Weimar culta, pero despechada, que encumbró y se echó en brazos de un Führer que le prometía eso mismo, ‘volver’ a la grandeza del Imperio. Que no fue donde la llevó, por cierto.
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