22 de octubre 2024 - 03:06

Siempre me ha interesado la Antropología, la ciencia del Hombre, y pienso que debería estudiarse en Secundaria, como la Sociología y la Psicología. Son conocimientos que ayudarían al joven actual a formarse una idea de sí mismo como ser humano, como ser social y como ser pensante y sintiente. Fue para mí una enorme satisfacción que mi hija se doctorara en esta nueva disciplina ante un severo tribunal de catedráticos con un cum laude y que el profesor Etxeberría nos alabara a su madre y a mí la categoría científica de su tesis y la valía de la doctoranda. No nos cabía más orgullo en el cuerpo.

Su director de tesis fue el mundialmente prestigioso catedrático de Antropología Física Miguel Botella (Granada, 1949), fundador en 1971 y director del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, y ahora profesor emérito. Ha publicado recientemente un libro que ya se echaba en falta, Historia de la Antropología Física Española (Guadalmazán, 2024), pues había que situar la disciplina en el contexto de los curricula universitarios empezando por sus orígenes, su desarrollo en el siglo XIX y los diversos avatares que ha sufrido hasta hoy, que ya es una disciplina reconocida desde el 2000. Es un libro interesantísimo, muy bien escrito, que introduce al lector profano en la materia con total naturalidad. Por destacar algo, me ha llamado mucho la atención el capítulo dedicado a la conquista de América y, sobre todo, la pugna entre seguidores y detractores de la Teoría de la Evolución dentro de la incipiente Antropología del siglo XIX y aún de casi todo el XX. Botella se decanta decididamente por el evolucionismo como única forma de explicar el devenir de la especie humana. Positivistas, krausistas y masones tienen un papel destacado en el nacimiento y desarrollo de la especialidad, tan denostada por el conservadurismo como ensalzada por la progresía liberal y republicana. A destacar sus consideraciones sobre el racismo y el supremacismo de la llamada raza blanca nórdica o aria, ideas que tan graves consecuencias tuvieron para la civilización en los años 30 y 40 del pasado siglo. No menos interesantes son las discusiones entre médicos y biólogos sobre la ubicación académica de esta ciencia que apenas acaba de levantar el vuelo en los ámbitos universitarios de la mano de profesores entusiastas como es Miguel Botella, al que saludo desde aquí con afecto y gratitud.

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