Aniversario de Machado

Se ha cumplido estos días el 86 aniversario de la muerte de Antonio Machado. En Collioure, Francia, se habrá celebrado el acto de homenaje ante su tumba, que suele organizarse el domingo más próximo al 22 de febrero. Tampoco este año he ido, y van… En su momento, Machado fue el poeta que más me impresionó. Fue cuando mi mujer, mi novia entonces, me regaló el elepé que publicó Serrat con canciones sobre poemas del insigne exiliado. Y lo que más me atrajo de él, al leer su biografía, fue la directa relación, la imbricación exacta de su vida con su poesía. Desde entonces pienso que ese es el verdadero valor de Machado en la historia de la Literatura Española. Es el único poeta cuya vida queda, punto por punto, en sus poemas. Junto a estos los de otros poetas tan importantes como él –Lorca o Juan Ramón especialmente, pero también Miguel Hernández, etc.– son magníficos ejercicios, pero meros ejercicios, poéticos. Vida y poesía son el Machado puro que a mí me gusta. Por el contrario, no veo importante al Machado filósofo, por más que fuese la filosofía la actividad más atractiva para él, más incluso que la poesía. Como tampoco es destacable en nada el Machado profesor de francés, pues no tenía vocación de maestro y lo fue solo por necesidades alimenticias. Siguiendo su rastro con devoción de alumnos fuimos a Soria, su primer destino, donde se casó y perdió a su mujer, joven de apenas 18 años. En la tumba de esta –siempre hemos visitado los cementerios de los lugares a los que viajamos: enseñan mucho sobre la historia de la localidad y sus personajes–, ofrecimos unas cuantas flores en su memoria. El epitafio, por cierto, no puede ser más sencillo: “A Leonor. Antonio”. Se podía esperar más de semejante poeta, pero qué más auténtico que eso. Seguimos sus pasos por la ribera del Duero, entre los álamos cantores con nombres y fechas grabados, como él dijo, de San Polo a San Saturio, y vimos el olmo seco, que tiene inscrito el poema que el doliente le dedicó: “Mi corazón espera, / también hacia la luz y hacia la vida, / otro regalo de la primavera”. En Baeza visitamos su aula del Instituto y, en Segovia, la pensión de mala muerte en que se hospedó, hoy Casa-Museo de Machado, con recuerdos de la época.

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