Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
El amor en los tiempos del cólera. Una magnífica obra literaria del insigne escritor Gabriel García Márquez en la que relata el amor que permanece toda la vida de una pareja, desde que se hacen novios hasta que la muerte los separa, inspirada en la experiencia de sus propios padres.
Mantener la tensión de atracción por el otro requiere un esfuerzo constante, un ejercicio permanente para perpetuar la sorpresa, la emoción de cada momento, de los deseos compartidos, de la entrega sin límites y con la infinita generosidad de no esperar nada a cambio, salvo la presencia y la esencia. Se dice que el amor no tiene edad, pero sin lugar a duda es más intenso al comienzo de la adolescencia, cuando nos ensimismamos con un destello de luz sobre rubios cabellos o nos quedamos embobados, con la boca abierta y una sonrisa tontorrona, contemplando la cara de la persona amada. Son los escalofríos que produce un roce accidental o un beso robado. Es la pérdida de la inocencia infantil que nos encamina hacia la vida adulta, una vida deseada al mismo tiempo que compartida. Es la búsqueda de una intimidad profunda que amplia los límites físicos del individuo, la trascendencia del yo hacia el mundo, la búsqueda del alma gemela con gustos parecidos, emociones coincidentes, sensibilidades compartidas.
La sensación de enamoramiento nos puede parecer más sorprendente cuando hemos cumplida una cierta edad, cuando pensamos que ese tiempo ya pasó y que estamos en otra posición vital. Pero no es posible poner límite a estos sentimientos, porque cuando aparecen mariposas revoloteando en el estómago es una sensación espontanea que escapa a nuestra voluntad. No obstante, las relaciones románticas maduras son menos explosivas, se basan más en la intimidad emocional y la complicidad, donde el compromiso mutuo y la aceptación de las imperfecciones del otro se vuelven aspectos más importantes.
Pero quizás, el amor más importante es el amor propio, el que permite a las personas aprender a valorarse a sí mismas, a aceptar sus fortalezas y debilidades, a cultivar un sentido profundo de autoestima y respeto propio. Es el necesario punto de partida para construir relaciones saludables y significativas con los demás, desde un lugar de integridad y autenticidad.
Una práctica muy saludable es enamorarse todos los días. Y para llevar la contraria a los sabios que dicen que solo los tontos se precipitan, yo le digo, a quien corresponda, que no puedo dejar de estar enamorado de ti.
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