La piedra líquida
Amado lider
Reflejos
Marcuse llamó “la funcionalización del lenguaje”, al uso de las palabras de acuerdo a un sentido interesado por un modelo, o movimiento, político, de tal forma que la verdad y la mentira se alternan en su significado según el interés del relato impuesto. Lo describe muy bien Orwell en su novela “1984”. El uso de los medios de comunicación, la educación, la literatura, el pensamiento único repetido machaconamente, es adaptado a las circunstancias del líder, o Consejo, supremo. Jacques Rupnik reseña esta novela como ejemplo de la “mentira institucionalizada” para su uso por el poder político.
Kolakowski, filósofo polaco que mutó desde el marxismo al liberalismo, decía que los medios de información constituían un poder formidable para controlar las ideas, y su verdad, “puesto que la verdad es cambiante, en función de las necesidades del poder, la mentira puede convertirse en verdad, o más bien, es la noción misma de verdad la que desaparece”. En el mismo sentido se pronunciaba Edgar Morin, quien al referirse al control de la comunicación escribía que: “no es solamente la posibilidad de controlar la información y de producir pseudoinformación, sino que también es el poder de controlar las palabras, de imponer el vocabulario, la lógica, la verdad del partido como reflejo objetivo de la realidad del mundo.” Esta es una forma de sujeción de la sociedad, dentro de una ideología, para que sirva a sus intereses, tal y como indicaba Althusser.
La base sobre la que se asienta este tipo de sociedades felices es sobre el amor, donde prima el social sobre el individual. El amor mueve emociones, arrastra a las masas hacia el sacrificio heroico, en pos de un ideal.
Esta idea la expresa certeramente Nabokov en su libro “Barra siniestra”. Relata un Estado dirigido por un líder supremo, Paduk, sustentado en el partido único, llamado Partido del Hombre Medio, cuyo dogma era el denominado “ekwilismo”, el cual quería nivelar las diferencias de conciencias existentes en la Humanidad, pues sin esta igualación no podría alcanzarse un estado de amor filantrópico, en un verdadero sistema político igualitario.
Escribía Kolakowski, que cualquier doctrina de control central de la producción es inseparable de la tentación de controlar los espíritus.
Los individuos de estas sociedades justifican ese poder del Estado, protector por su bien, aceptan pequeñas irregularidades. Son ciegos a la realidad auténtica.
Es por lo que Nietzsche afirmaba que “En la historia de la sociedad hay un punto de delincuencia y de debilidad enfermiza, en que la sociedad misma toma partido por quien la perjudica”
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