Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
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Sabemos con certeza que Sorolla nunca vino a Almería. Si aún hoy las comunicaciones y la condición de esquina y de periferia de la periferia pesan sobre nosotros, imaginemos hace algo más de un siglo; llegar aquí debería ser toda una aventura. En 1905, por encargo de Manuel Eguilior y Llaguno, conde de Albox, Sorolla retrató a su esposa, Carmen Avial Y Llorens, condesa de Albox, de cuerpo entero y presencia rutilante. Y en 1908, le encomendó el suyo propio, de tamaño sensiblemente menor y decididamente austero. El primero de ellos tuve la suerte de adquirirlo hace casi dos décadas para la colección del museo de Olula; el segundo figura aún en manos de los descendientes del Primer Conde. Ambos retratos se pintaron en Madrid, como es natural. Eguilior no era almeriense sino cántabro, diputado liberal, y vino a Almería comisionado por la corona tras las devastadoras inundaciones de 1891 para repartir ayudas y reconstruir las zonas afectadas. En Albox hizo notoria labor, precedida por la del Marqués de Aguilar que construyó los muros de la rambla, culminando con la traída del agua corriente al pueblo para consumo vecinal, momento en que se colocó la fuente de mármol que aún perdura. Como pago a su labor, a su vuelta a Madrid, Alfonso XIII le distinguió con el título de Conde de Albox. En 1911 Sorolla volvió a tener presente a Almería. Tras comprometerse con Hungtinton, el gran magnate e hispanista estadounidense, para decorar la biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York con el conjunto Visión de España, el artista empezó por realizar varios bocetos del conjunto decorativo a témpera sobre papeles de estraza. En uno de ellos, dedicado a una pared con motivos andaluces, aparece una escena indefinida con personajes y paisaje, muy somera, sobre la que Sorolla ha escrito “Murcia, Almería, Granada, Córdoba, Málaga”. Es el único estudio preliminar donde se trasluce la intención de representar a nuestra provincia en la monumental decoración, cosa que finalmente no sucedió. Hace unos días, durante la inauguración de la exposición de Sorolla en el MUREC, comenté con nuestros invitados la fatalidad de que Sorolla nunca viniera a Almería. Con seguridad su paisaje le habría impresionado y hubiera pasado, como en otras provincias andaluzas, agotadoras jornadas de pintura del natural para representarlo. Lástima; el devenir de la pintura y artes almerienses hubieran sido otros si este gran maestro hubiera decidido llevar a cabo aquí alguna de sus históricas campañas pictóricas.
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