Alemania no da miedo, da envidia

La esquina

22 de marzo 2025 - 03:08

Qué envidia dan los alemanes de ahora –mucho mejor eso que el miedo que daban los alemanes de antes– por disfrutar de dos partidos mayoritarios pertrechados de patriotismo y sentido de Estado. Dos partidos que se ven y se tratan mutuamente como adversarios y no como enemigos.

Democristianos y socialdemócratas, derecha e izquierda, son plenamente conscientes de su centralidad en la política alemana (juntos representan a la mayoría de la población) y de su imprescindible cooperación para afrontar los problemas cruciales del país. Ni se les pasa por la cabeza dejar de respetar la regla no escrita de que gobierne aquel de los dos que lideró la lista más votada y que el otro le haga una oposición leal y constructiva.

Ninguno cae en la tentación de aliarse con partidos populistas y tóxicos para retorcer la voluntad de las urnas a costa de legitimarlos, darles cancha y, a la postre, permitir que avancen sus planteamientos racistas, xenófobos, autoritarios y antisistema. El cordón sanitario se impone de forma natural. No hacen falta estridencias ni rasgamiento de vestiduras. Simplemente el derrotado canciller socialdemócrata ni se imagina pactando con los neonazis para dificultar la gobernación del triunfante canciller democristiano, al igual que éste. En la legislatura anterior, no se aliaba con la extrema izquierda para poner en dificultades al gobierno socialdemócrata. Ninguno se echa en manos del populismo de cualquier clase, ninguno está dispuesto a ceder a sus chantajes, que son permanentes e insaciables.

Resultado inmediato: antes de tomar posesión como canciller, el democristiano ha acordado con el socialdemócrata, además de Los Verdes, un plan multimillonario para invertir en Defensa, ante la amenaza de Putin y el desenganche de Trump, y en infraestructuras. Hasta cambiarán la Contitución para que la política de austeridad no impida financiarlo. Aquí en España una parte del Gobierno rechaza aumentar el gasto militar y la otra parte, la que defiende el rearme que toda Europa cree vital –menos Hungría–, pide que no lo llamen rearme y no puede llevar este asunto al Congreso porque casi todos sus aliados votarían en contra. Así lo nombre rearme o como quiera.

¿Hay motivos o no hay motivos para envidiar a un país en el que los partidos mayoritarios y centrales colaboran en la defensa del interés nacional sin dejar de pelearse por lo secundario?

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