Agua, desaladoras y 12 años de espera

Carta del Director/Luz de Cobre

La desaladora de Villaricos es uno de los grandes fiascos del Gobierno en materia de agua en la provincia de Almería

23 de junio 2024 - 07:00

Aunque todavía quedan algunos por ahí que se empeñan en resucitar trasvases como el del Ebro, lo cierto es que la sequía acuciante, permanente, socarrona e insultante que nos abraza desde hace años les ha hecho desistir a la mayoría. Las desaladoras, para una provincia como la nuestra, se ha convertido en la gran aliada de la agricultura intensiva y del consumo. Con la mayor parte de la población en el litoral, los bastidores y la ósmosis, con la ayuda de la ciencia y sus avances, han logrado serenar ánimos, ofrecer esperanza y, sobre todo, futuro para una provincia como la nuestra en la que la tierra, tórrida y agreste, se perfila como el paisaje a convivir gran parte del año.

Tranquilos, o casi, están en el Poniente con la planta de Balanegra, capaz de abastecer el consumo de pueblos como El Ejido o Roquetas y de ayudar, y de qué manera, al mantenimiento de las miles de hectáreas invernadas de la zona. El camino recorrido ha sido óptimo, aunque aún falta un buen trecho para avanzar en la recuperación de los esquilmados acuíferos que amenazan con desertizar para el consumo una tierra fértil como pocas.

La desaladora de Carboneras fue pionera. Abrió una espita en la que pocos creían, cuando Aznar siendo presidente se plantó en El Saltador (Huércal Overa) y puso una primera piedra de un trasvase que debía traer agua del Ebro y del que nunca más se supo. Los más de 40 hectómetros cúbicos que produce al año mantienen a Níjar como alternativa agrícola del Poniente, pisándole los talones y garantizando el consumo humano de casi una treintena de pueblos del Levante. Un sueño hecho realidad para los pioneros que hace 50 años creyeron en las posibilidades de una zona fértil, populosa y turística a partes iguales. Doblar la producción es la base sobre la que debe asentarse la lucha contra el desierto que nos ocupa y la garantía de futuro de los que aquí viven.

En la capital la planta sigue al ralentí. Errores iniciales en las tomas de agua mantienen una guerra abierta con los agricultores del Bajo Andarax. Todo se puede solventar con la correspondiente inversion y la captura del líquido elemento del mar.

Dos casos más merecen copmentario aparte. Mar de Alborán sigue ahí, terminada, y a la espera de permisos. Parece lógico que se aceleren y que las disputas vecinales, por llamarlas de alguna manera, se resuelven buscando el interés de los agricultores y nunca el de quienes intentan mediatizar con la política de trasfonso. La del Bajo Almanzora es el mayor fiasco al que se entrenta la sociedad de Almería desde que Rajoy tapió los túneles del AVE. No es de recibo que aquellos a los que se les llena la boca pidiendo agua un día sí y otro también, no hayan sido capaces en doce años que lleva anegada de ponerla en marcha. Huelga cualquier comentario benigno hacia una chapuza.

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