Opinión
Las uvas de Isabel y Pedro
Hay tradiciones centenarias que parecen fuera del mundo, sin literatura, banalizadas, como si sólo sirvieran para un tiempo. La historia de España, de mediados del siglo XIX hasta nuestros días, no ha vivido demasiados abrazos ni encuentros. Juan Genovés, en aquella especie de levedad que tiene su cuadro hay una estética corrosiva que simbolizaba la reconciliación de un país a través de un cuadro,“El abrazo”, que entonces iluminó la transición.
Aquella llamarada que fue el cuadro sirvió entonces para conectarnos y fortalecer nuestros lazos; asumirnos como humanos y curar, si quiera, una parte del dolor que dejó la dictadura. Y curar, sobre todo, curar.
Abrazarnos ha servido para sellar un acuerdo o para reconfortar momentos de tristeza; para estrechar un compromiso o para deshacerlo; para acariciar o matar; para apretar corazones hechos pedazos y crear ternura; para expresar una historia de dolor o para expresar amistad; para abrazar el amor o para hundirte en la desesperación; para la añoranza filial o para la rebeldía; para cuando llegas o para cuando te vas.
Pero la pulsión en la que vivimos hoy, de miseria moral y sórdida mediocridad, ha interferido y creado un espacio convivencial de fealdad y flores rotas, de intolerancia e ideas ya amortizadas y hasta nos ha arrebatado la necesidad de tocarnos, la energía que deja el prodigio de abrazarse.
A mi me enseñaron que el abrazo es un lenguaje, un tratado de honor, una firma, un certificado de realidad, un compromiso sin necesidad de escrituras ni notarios ni jueces ni intermediarios porque ese cuerpo que te abraza y estrecha y sientes es la crónica que confirma principios consagrados en nuestra milenaria cultura mediterránea, tan opuesta a los países nórdicos, asiáticos o árabes, donde el contacto es aséptico. Hasta los animales que tienen brazos se abrazan, y los que no, utilizan las alas, el cuello, la boca, la lengua o, como los delfines, navegan con los cuerpos pegados.
La crispación actual nos ha dejado vulnerables al abrazo. Nadie sabe adónde puede llevar esta huida hacia delante. Pero un abrazo, si te envuelve, sería capaz de entregarnos en forma de chispa encendida, luminosa, feroz e intensa contra la cólera ¿Qué hay que hacer para que en este país abrazar sea un verbo reflexivo?:abrazarme, abrazarte, abrazarnos. Puede que el abrazo hoy sea un paréntesis de nuestra historia, o puede que sea la fuerza liberadora que nos reconcilie, especialmente ahora que la impiedad y la crispación vuelven a llenar de incertidumbre las calles. No son tiempos de alivio y un abrazo son muchas cosas a la vez pero, sobre todo, es la cuota de satisfacción, el consuelo que puede sentirse cuando la herida deja de sufrir.
También te puede interesar