Sin complejos
La mentira histórica
Pues no. Esta vez tampoco. Tal y como ha empezado la campaña a las Elecciones Europeas del 9 de junio, parece que esta vez tampoco están dispuestos los partidos políticos a hablar de los problemas europeos. Esto es ya casi una norma: tratar cualquier problema, sea del ámbito que sea, en clave de política nacional actual. Pasa en los parlamentos autonómicos, que no salen en televisión más que para hablar de Pedro Sánchez –y ahora, también de su esposa–. ¿Cuándo buscan soluciones a los problemas regionales? ¿Cuándo se habla del paro, del agua, de la agricultura y la industria, del problema del turismo desmedido, de las comunicaciones, de…? Pues no. Parece que el único problema que tienen Madrid, Castilla y León, Murcia o Andalucía es Pedro Sánchez –y ahora, también su esposa–. Nos roban debates sobre nuestras cosas de comer. Nos engañan poniéndonos pantallas de otras cosas delante de nuestras realidades para que no sepamos, para que no pensemos y no exijamos.
Pues igual han comenzado la campaña europea. No han empezado hablando de los muchos problemas –y graves– que tiene Europa con la invasión rusa de Ucrania, por ejemplo. Ni del gravísimo problema de la inmigración ilegal –al contrario, si la mencionan es para reclamar medidas represivas que no solucionan nada, agravan la situación humanitaria y tienen efectos xenófobos en la población–. No hablan de la posición europea respecto a la guerra de Gaza. Ni de las relaciones económicas con Estados Unidos. Ni del peor y más ominoso problema europeo, que es la extrema derecha. Por el contrario, se están perdiendo en disquisiciones estúpidas sobre extrema derecha buena y extrema derecha mala. Joder, como si todas no fuesen la misma.
Hay una intención en todo esto. Lo que pasa en política no pasa por casualidad ni por sí solo. Pasa porque hay intereses detrás. La intención es banalizar la política europea para que el ciudadano se desentienda de ella. La agricultura, los servicios, los transportes, el comercio, las comunicaciones sólo vienen a importar cuando se ven lesionados los intereses locales, nacionales, de los agricultores, de los transportistas, de los exportadores… Y, además, se agita al fascismo para que haga su histórico papel de ariete, de punta de lanza de los intereses económicos de los grandes trusts internacionales. Como en los años 30. Para saber sobre el futuro de Europa hay que votar en consecuencia.
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