Miguel Galindo

El Viaje a Almería: Juan Goytisolo (III)

La tribuna

29 de enero 2015 - 08:07

QUE Almería y su provincia resultan de especial interés para Juan Goytisolo queda claro cuando publica La Chanca (1962), con fotografía de Carlos Pérez Siquier en portada. Y cuando acepte el título de hijo predilecto de la villa de Níjar en 1984 y socio de honor de la AA.VV. La Traiña del barrio almeriense de La Chanca en 1994. Será en 1976, tras la agónica muerte de Franco en noviembre del año anterior, cuando vuelva a Almería. Su querencia por el sur, pese a todo, no ha disminuido, antes bien se acendra. Interroga en una librería por su libro Campos de Níjar y la desoladora respuesta de la dependienta lo deja anonadado: "¿Campos de qué...?" Desde 1960 a 1976, Goytisolo se desvincula de la literatura española, había renunciado a la tierra hispana, pero no a su historia y cultura. Asume el papel de exiliado, «aduanero» tildará Emilio Romero (diario Pueblo), mientras Jean Genet le aplica el calificativo de «l'hidalgo». Considera que «la situación de España, pienso entonces, exige de nosotros la claridad y eficacia (léase facilidad y maniqueísmo) de la novela realista y testimonial». Esta actitud explica sus colaboraciones a partir de los sesenta en la revista Tribuna socialista con el seudónimo de Ramón Vives.

En el clarividente ensayo "Tierras del sur" escrito para la edición italiana de Campos de Níjar en 1962 tenemos las claves de lo que denominábamos «estética del sur». Su lectura resulta imprescindible para entender la escritura de Juan Goytisolo en estos años finales de la dictadura. De estas experiencias de expatriado surgen todos los ensayos que recopila en El furgón de cola (1967), que incluye el revelador e impagable "Examen de conciencia"; también inaugura el ciclo de la novela experimental, iniciada su escritura en 1963 y publicada tres años después, Señas de identidad hasta Juan sin tierra; el descubrimiento del norte de África a partir de la guerra de Argelia y sus visitas a Tánger. Durante todo este ciclo, la memoria de Almería, su pérdida, representa un mal endémico, una enfermedad, con cuyo recuerdo iconográfico acompaña su exilio.

El más revelador de estos documentos lo escribe en 1983 con el título "Volver al sur" (incluido en Contracorrientes (1985). «Mi recorrido por Almería en septiembre de 1956 fue en verdad un periplo iniciador, bautismal, espermático: la confrontación con un mundo, una realidad, un paisaje cuya desnudez, violencia, aspereza me atraerían de modo inmediato». Unos párrafos más adelante precisa: «El paisaje almeriense en su triple dimensión estética, física y moral me abría el camino de un mundo más incitativo y cordial hacia el que pronto orientaría mi vida». Efectivamente, durante cuatro años, hasta la escritura de La Chanca. Fotos, estampas, grabaciones fílmicas, todo un material iconográfico donde Juan encontrará el consuelo ante la renuncia a volver a Almería. Su definitivo reencuentro se produce en 1986, con la cesión de manuscritos y documentos a la Diputación de Almería que recogen los manuscritos, obras, cartas y artículos con una condición: "Pero esta entrega", subrayó, "sólo es válida mientras dure la democracia". El avance del inventario entregado a la Diputación de Almería incluye originales de Coto vedado, Crónicas sarracinas, Makbara, Paisajes después de la batalla y cartas dirigidas al escritor, entre las que figuran las remitidas por Vicente Aleixandre, Octavio Paz, Jorge Guillén, Luis Goytisolo, José Ángel Valente, Augusto Roa Bastos y Mario Vargas Llosa. El colofón a este reconocimiento y reencuentro en libertad con Almería lo representan dos acontecimientos literarios. Por un lado, Jesús Lázaro publica La novelística de Juan Goytisolo en 1984 (Ed. Alhambra) y Fernando García Lara escribe "Memoria y paisaje almeriense en la obra de Juan Goytisolo" ensayo con el que participa en el Coloquio en torno a la obra de Juan Goytisolo, Almería, 1987 (IEA, 1988). Este nuevo periodo almeriense (década de los ochenta), que recorre junto al poeta amigo José Ángel Valente, reconcilia a Don Julián con las letras españolas, por ahora, «mientras dure la democracia».

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