Antonio Lao
Día de la Provincia, algo más que medallas
Qué rabia. Con lo bien que venía el verano, la gente loca por viajar para recuperar el tiempo perdido -dicen- durante la pandemia, deseando llenar los bares, salir de fiesta, comprar...; con lo felices que nos prometíamos estos meses de julio y agosto, y con la ilusión que nos hacía vivir estos nuevos años 20 con la alegría y la despreocupación de hace cien años, va el IPC y se dispara: todo más caro. Además, la gasolina por las nubes. Y por si fuera poco, el covid repunta y pone otra vez a la reserva de Ucis contra las cuerdas. Y la guerra de Ucrania, que no para. Y la OTAN, que se refuerza. Y el Putin que no ceja en su invasión. Total, un desastre para empezar las vacaciones. Así está uno, cabreado. Un empleado de un banco va y me apunta un reintegro -y no pequeño- en una cuenta indebida y se lía la marimorena hasta que me doy cuenta del error de este tío y me cuesta Dios y ayuda subsanarlo. Y es que está el hombre en un sinvivir a la espera de comenzar sus vacaciones, aunque la vida sea más cara, la gasolina esté por las nubes y el maldito bicho ataque de nuevo. El Putin este tiene la culpa. O, mejor, Pedro Sánchez.
Por qué será que todos estos años que nos tocan vivir me recuerdan enormemente a aquellos felices años 20 del siglo pasado. Fue la época llamada por los historiadores "de entre guerras", la de la bohemia parisina, el can-can y el charleston, que se podrían comparar muy bien con el rap y el hip-hop: aunque cada generación crea descubrir la pólvora, no hay nada nuevo bajo el sol. Se estaba todavía en los últimos coletazos de la llamada -muy mal, por cierto- gripe española, las democracias occidentales habían derrotado y humillaban a Alemania y la inflación en Europa llegaría, en los años 30, a cifras estratosféricas, dando lugar al descontento general de la población y, como resultado final, al fascismo italiano y al nazismo alemán. Salvando las distancias, ¿les suena todo esto?
Pero no puede ser. La Historia no es tan circular. Se repite, pero nunca tan parecido, tan igual. Y sí, es cierto que el pueblo que no conoce su historia se condena a repetirla. Pero, oiga, ¿eso no era para España y la Guerra Civil, el franquismo y tal? Ah, ¿que valía también para Europa, para el Mundo Occidental, para todo el planeta, también para mí?
Pues todo aquello llevó a la II Guerra Mundial: para tirarse de los pelos, con lo bien que nos prometíamos el verano.
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