Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Palabrería
SI usted no sabe que estos días se conmemora el centenario del hundimiento del Titanic o no vive en este planeta o puede que haya estado ocupado expropiando petroleras o cazando elefantes, muy al contrario que el común de mortales que hemos recibido una sobredosis de noticias acerca del suceso: reposiciones de telefilmes sobre el asunto, tridimensionales vueltas de tuerca a negocios cinematográficos, reportajes sobre familiares de supervivientes y el análisis completo, desde todos los posibles puntos de vista, del accidente y sus circunstancias. Aparte del gusto natural que los seres humanos tenemos por regodearnos en la tragedia, es fácil pensar que dicho volumen ingente de información sobre el buque naufragado se justifica como metáfora perfecta de esta época de derivas y ahogamientos. Y de que el hombre es el único animal que tropieza, las veces que haga falta, con el mismo iceberg.
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