Recordando a ‘Santi’

Algunos sueños quedaron crudos cuando la mano cainita que mecía la cuna del PSOE decidió apartarlo de la política en 2003

20 de febrero 2024 - 00:00

Sé bien que el tiempo todo lo desvanece, pero hoy he recordado el aniversario de la muerte de un alcalde -“Santi” era su nombre de afecto- por el que aún hoy siento una extraña añoranza. Yo estaba entonces lejos de Almería y nadie pudo darme cuenta de si sufrió en el trance final de su enfermedad, si tuvo miedo ante la muerte, qué dijo en el último minuto, ni sé qué aspecto tenía cuando se lo llevaron a la morgue para ser incinerado y esparcir sus cenizas al Mediterráneo, el inevitable cementerio marino.

Un día soleado de marzo mientras viajábamos a Málaga contaba -galopando sobre sus propias palabras mientras en la mano sostenía un cigarrillo que fumaba como un escuerzo- que él se hizo de izquierdas en la Facultad de Derecho, donde estableció un nudo vital con el socialismo buceando entre las librerías de lance de Granada de los setenta libros y panfletos prohibido sobre el socialismo, saboreándolos como un pecado. Y así, un día divisó la claridad que necesitaba y se afilió al PSOE. Él creía en un partido donde la fuerza del corazón era trasversal y, quizás por eso, pensaron en “Santi” para ser el candidato del PSOE a la alcaldía de Almería. Y fue el primer alcalde de la transición democrática de la ciudad. A finales de los noventa aceptó, como un acto de generosidad, volver a encabezar las listas del socialismo capitalino, anclado en disputas y disyuntivas florentinas en que se debatía internamente, para un segundo mandato municipal. Pero dudó ante el diorama que presentaba aquel PSOE almeriense que empezaba a repetir los mismos gestos, las mismas palabras en un espacio interno petrificado; dudó si volver a introducirse en las aguas de aquel PSOE turbulento de familias enfrentadas, como si Dios estuviera allí para abrazarlo. No eran tiempos boyantes para los socialistas de la capital, pero volvió a quebrar el espinazo a un candidato opositor enchulado. Ganó el corazón de aquella Almeria porque nunca fue atravesado por la vanidad o el dinero fácil. Y se esforzó en llevar el agua, la electricidad y los saneamientos a los barrios de la ciudad; encauzar la Rambla actual, proyectar las primeras fases del actual Paseo Marítimo o la Avenida del Mediterráneo y ser el artífice de los XV Juegos del Mediterráneo de 2005 y actual campo de fútbol. Algunos sueños quedaron crudos cuando la mano cainita que mecía la cuna del PSOE decidió apartarlo de la política en 2003. Entonces comenzó el naufragio definitivo del PSOE almeriense: a él aquella mano lo arrojo a una playa olvidada del Cabo de Gata, y el PSOE de Almería fue ya el rescoldo de una brasa sin fulgor.

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