A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
Los Presupuestos Generales del Estado son la base sobre la que se asienta el gasto del país. Sin ellos difícilmente se mueve una inversión en las provincias, más allá de los extras que puedan generarse en caso de catástrofe, incendio o similar, que también aparecen consignados. Que el papel lo aguanta todo es algo que saben y aceptan “hasta los vivos y los muertos”, como diría el malogrado José Luis Pérez de Arteaga, presentador durante decenios del Concierto de Año Nuevo en Televisión Española, cuando tocaba a su fin y la Marcha Radetzky se esperaba que sonase como fin de fiesta.
Viene todo esto a colación del informe que este periódico publicaba el pasado lunes, elaborado por Iván Gómez, y en el que conocíamos como entre los años 2000 y 2023 se han presupuestado para esta tierra 5.620 millones de euros y la inversión real no ha llegado ni a la mitad, 2.700 millones. El papel mojado de los millones de euros anunciados y no ejecutados no es más que el bombo y el platillo de los charlatanes, tipo Ramonet y sus cinco mantas por mil pesetas, con que cada año en otoño se les llena la boca con anuncios de inversiones y proyectos “a gogó”, que luego no son capaces de pasar el primer filtro o la prueba del algodón de lo real, de lo tangible, de lo palpable, cuando conocemos lo ejecutado. Ya no digo que se cumpla con lo prometido de un año para otro. Sabemos que eso es harto difícil. Desde que una obra se proyecta hasta que se ejecuta pasan años.
Pero si lo vemos con la perspectiva de los años, como es el caso que nos ocupa, percibimos con tristeza, cierta desesperación y envidia sana de otros territorios donde lo planeado se ejecuta, como las tretas de de la política y de las noticias falsas se imponen al criterio y, la coherencia y el cumplimiento de las promesas. No se trata, no es el caso, de culpar a estos o aquellos. Porque en el periodo analizado ha gobernando tanto el Partido Socialista como el Partido Popular. Ambos han repetido en tiempos distintos, aunque el resultado siempre ha sido el mismo: tratar de generar esperanza entre los vecinos de cada provincia anunciando obras y proyectos largamente demandados, que luego se eternizan en el tiempo a la espera de que suene la flauta de Europa y sus fondos, como es el caso del AVE en la actualidad. No hay mentiras, no hay engaños ni tampoco falsas esperanzas. El dinero llega y se paga a obra realizada. En caso contrario hay de devolverlo. Aquí los ‘tiras y aflojas’ no tienen sentido, por fortuna. Sólo valen los hechos y la realidad. Los subterfugios quedan para mejores momentos y, a ser posible, a ver si somos capaces de no volver a usarlos. Pero mientras tanto ahí permanecen los 23 años analizados y sus cifras. El tiempo, ese que da y quita razones, deja a todos los que han estado al frente de los correspondientes ministerios desnudos y retratados frente a quienes, como los almerienses, llevamos muchos años, demasiados, esperando tan solo que no nos quiten y, a ser posible, que nos den igual que a los demás
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