A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
Como el Guadiana las listas de espera quirúrgicas le estallan a los gobiernos regionales y nacionales al menos una vez al año. Cuando se publica el último balance los medios nos lanzamos como posesos a analizar al detalle cada número, la oposición como hienas a destrozar al gobierno de turno y aquellos que lo ejercen tratan, casi nunca lo consiguen, de justificar lo injustificable a base de datos que a casi nadie convencen, a la vez que se trata de emponzoñar a aquellos que hace al menos un lustro que gobernaron culpándolos de la herencia recibida.
Esto merece un capítulo aparte que desarrollaré algún día, porque no me digan que no tiene mérito, por no decir memoles, que la culpa de todo lo que ocurre no es de quien ejerce el gobierno, sino de aquellos que un día lo ejercieron. Una forma poco edificante de alejar el temporal, a la espera de que surja una nueva polémica que alivie la presión y comience a escampar y hasta la próxima.
Ahí es donde creo que radica el meollo de la cuestión. Estamos de forma permanente, o al menos en más ocasiones de las que seria conveniente, convirtiendo un problema que nos afecta a todos de forma directa en un ejercicio de “pin, pan, pun” político. Un arma arrojadiza en la que se busca el rédito electoral momentáneo, aunque para las elecciones resten aun al menos tres años, pero que sirve de caldo de cultivo, poso y abono para el futuro. Lo que empiezo a dudar es que a alguna de las partes les interese realmente cómo está la sanidad pública, los problemas endémicos que sufre y cómo vamos a ser capaces de solucionarlos.
Para dar algún paso adelante lo primero que hay que hacer es creer en ella como eje sobre el que se vertebre la solución. Ni los que ya no están, ni los que han llegado, parecen muy interesados en que esto siga siendo así. Cada día que pasa damos un paso hacia la americanización del sistema, pensando más en el negocio que se mueve entorno a la salud que en la propia curación de los pacientes. Y así es imposible iniciar, ni tan siquiera, un proceso en el que todas partes interesadas puedan alejar el fantasma del “poderoso caballero” y pensar en lo que de verdad importa: los pacientes. La solución pasa por el incremento de las inversiones y por una gestión profesionalizada, en la que los políticos o quienes ejercen el gobierno marquen las pautas o apliquen los criterios de aquellos que saben dónde radica el problema y como se soluciona.
Con una población cada vez más envejecida y, por tanto, con más necesidades sanitarias, hay que hilar, hilvanar y sobrehilar tan fino como sea posible, conscientes del morlaco que hay que lidiar, pero sabiendo que si se cree en lo que se hace y se aplican las políticas correctas, no transcurrido mucho tiempo nuestra sanidad volverá a ser lo que fue: la envidia de nuestros vecinos europeos. Lo contrario es un despropósito.
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