República de las Letras

Polarización

¿Qué país vamos a legar a nuestros hijos ¿Uno en blanco y negro, como el NO-DO franquista o uno democrático

Hace mucho tiempo, en esta misma columna, defendía yo la separación de la derecha y la extrema derecha en España. Suponía que con esto quedaría una derecha democrática, civilizada, sin reminiscencias franquistas ni tendencias a tirarse al monte, con la que el país podría contar para progresar en derechos y libertades. Socialdemocracia y derecha democrática han construido Europa tras la II Guerra Mundial. El bastión democrático europeo en el mundo se ha debido a ambas. No era descabellado suponer que ese binomio funcionaría también en los niveles nacionales.

No contaba yo entonces, iluso, que era un iluso, con la cuestión catalana, que vino a despertar la bestia negra franquista que todos los criados en aquella época llevamos dentro. Surgió Ciudadanos, cuyo centrismo saludé de buena gana, pues se trataba de aquella derecha civilizada y democrática que yo echaba de menos en España. Pero surgió también, ay, Vox, que se desgajó del PP y desenterró esa bestia negra que digo. Y ya todo cambió en el sistema de partidos español. Ciudadanos se deslizó hacia el extremismo impulsado por la evolución del tema catalán. Y el PP, lejos de diferenciarse de su extrema derecha, como yo esperaba, y concentrar en sí el voto demócrata de derechas, inició una competición con Vox por el voto neofranquista, fascista y extremista que aún hoy continúa como hemos visto en la campaña de las elecciones catalanas. Una competición que ha desplazado al partido a posiciones no demócratas o francamente neofascistas.

La polarización que mencionan los medios es consustancial a la idiosincrasia española: aquí no hay centro. El centro es de derechas. Y si un sector del PSOE se centra, como en Cataluña con Salvador Illa, enseguida se le acusa de haber perdido las esencias. Así que ya no existe la dicotomía de derechas o izquierdas. Ahora se es de extrema derecha o de izquierdas, sin más. La responsabilidad histórica del sector social que sustenta al PP es enorme, porque la deriva antidemocrática en el afán de asemejarse a Vox y robarle sus votos no se sabe hasta dónde puede llevar al país. Ya hemos visto que hasta en Alemania –que debía de ser el país más vacunado contra el fascismo– lo neonazis resurgen. Quo vadis, Europa? Quo vadis, España? ¿Qué país vamos a legar a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Uno en blanco y negro, como el NO-DO franquista o uno democrático? ¿Uno en paz o uno enfrentado?

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