
A Vuelapluma
Ignacio Flores
Un buen kit de supervivencia
Opinión
EL diminutivo de Paquito se justifica desde el cariño de una amistad y respeto, mutuo, ininterrumpido de seis décadas. Recuerdos de vecindad que fluían escuchándole presentar recientemente "Memorias de la Radio", de su "Radio", sobre el escenario del Teatro Apolo tan frecuentado por ambos. Tercero de los tres publicados y del que guardo celosamente afectuosísimas dedicatorias a "aquel niño de la calle Lepanto que cada día me sorprende… Para ti, amigo de juventud, estas prosas escritas desde el corazón".Paco cumple este mes 75 onomásticas muy bien llevadas. Hijo único, nació en Sorbas antes del estallido incivil de la guerra del 36, a cuya conclusión se trasladaron al Barrio de la Caridad (en la capital) y con ocho años a la calle Lepanto (antes Lobo, por no sé que mala ocurrencia del rotulador municipal). En este rincón humilde del Distrito 5º Paquito era el ejemplo a seguir por los mocosos que, confraternizando con los del Patio Limones y Castillo, apedreábamos gatos, jugábamos a los trompos y chapas o volábamos cometas. Si para las madres era el modelo a imitar, ante nuestros ojos se convirtió en un ídolo. Ni torero, ni futbolista, ni boxeador… El niño de María Moncada… ¡estudiaba Magisterio! Ahí es nada en aquellos contornos y años eternos de carencias y libertades inexistentes. En realidad el apellido Roca era el de su madre, mujer hacendosa que atendía, además del hogar, una pequeña tienda de comestibles de barrio. A su padre, recto funcionario, lo recuerdo con respeto en lluviosas mañanas de invierno al frente del fielato Municipal de la Avda. de la Estación. En el Instituto (hoy Escuela de Artes) tuvo como compañeros de Bachiller a Ángel Sánchez, Paco Pérez Company o Jesús Bustos. Y a la señorita Celia Viñas, Concha Barrera y Francisco Sainz Sanz, entre otros, de profesores. Fechas dolorosas en la que sufrió un desdichado accidente de bicicleta en la carretera del Cañarete. Cursó Magisterio -en la calle General Tamayo- con don Antonio Relaño de figura emblemática, y con 18 años, concluida la carrera y sin ejercerla, de cabeza a la Radio, su pasión y vocación. Su gran amor junto a su mujer Maruja González y a su hija. Su currículo profesional es sobradamente conocido y no voy a reiterarlo: Radio Juventud, Radio Almería y COPE, donde se jubiló de director. Honesto a carta cabal, afable, generoso -muy generoso-, ilustrado y alejado de egos estériles de los que otros, sin la mitad de méritos, presumen. Esperaba, sinceramente, que el alcalde aprovechara el acto para imponerte el Escudo de la Ciudad como colofón a tu trayectoria y honradez radiofonista. Por eso me fui del Apolo de muy mala leche a mi casa. Paco, enhorabuena. Y a ti y a los tuyos, salud.
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