Ojalá que nos falte el café

Es lo que tienen los sentimientos, que me han hecho olvidarme de la Química del café, que era el verdadero objetivo de este escrito

29 de mayo 2024 - 00:00

Mientras me tomaba el segundo café de la mañana, he encontrado en la revista The Conversation un artículo sobre “los secretos del aroma y la química del café” que proporciona una visión interesante de un producto del que soy consumidor desde que comencé a consumirlo con mi abuela a los aproximadamente 3 o 4 años de edad, aunque bien es cierto que en aquella época “no era del bueno” como decían entonces, pues era cebada tostada y, por cierto, bien rica que está, granizada en verano. Para situarnos, el consumo mundial de café fue 178,5 millones de sacos en 2022-2023, o sea, 10.710 millones de kg, y el primer país consumidor por persona y día fue Finlandia. A sus consumidores les gusta por el efecto estimulante que proporciona su contenido en cafeína, que ayuda a evitar la somnolencia e infunde un espíritu positivo, la cual es una de las razones por las que socialmente se asocia el hecho de tomar un café con mantener una conversación agradable. De hecho, cuando los almuerzos no eran en un “burger” ni los cafés se tomaban en un “Starbucks”, era imperdonable no rematar los mismos con un buen, buen, buen café.

Por cierto, que hay un Starbucks en el tramo de la calle Alcalá que comienza en Sol, donde estaba el café en que Valle Inclán y “colegas” se reunían, pero que ahora es una tienda de “manzanas”, y casi siempre con colas juveniles, esperando para pasar un rato viendo sus nuevos modelos de todo tipo de artilugios electrónicos. Antes se reunían escritores para conversar “in situ e in person” y ahora se reúne, “gente joven”, para ver artilugios informáticos.

En la esquina superior de ese tramo de Alcalá, precisamente hay un “Starbucks”, en el que “yo confieso” que en alguna ocasión he tomado un café, pero mientras me lo tomaba, me imaginaba la situación, de ese cante por Caracoles que dice: “... ?y... / La gran calle de Alcalá / cómo reluce, cómo reluce... / cuando suben y bajan / los andaluces / Vámonos, vámonos / al café de la Unión, / donde paran Curro Cuchares, / el Tato y Juan León”.

A propósito, también tengo asociado el café con los establecimientos, tales como El Español y El Colón del Paseo de Almería, o El Suizo de “Puertarral” de “Graná”, donde algún café me he tomado, cuando estudiante, amortizándolo con una tarde de lectura.

Es lo que tienen los sentimientos, que me han hecho olvidarme de la Química del café, que era el verdadero objetivo de este escrito, pero como somos jóvenes ya hablaremos de la misma otro día.

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