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Es el indiscutible líder del escalafón. Lo apodera la Casa Matilla. Pero lo suyo no es la cantidad, sino la calidad. El toreo es, para él, magia, inspiración y arte: o sea, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez y Rafael de Paula: reunidos los tres conceptos en uno. Este sentimiento, tan creativo y estético, en la misma esencia del toreo conforma la verdad de una filosofía llamada morantismo. La pregunta es la siguiente: ¿no es torear escribir como Antonio Díaz-Cañabate o caligrafiar la sintaxis de Juan Belmonte en cualquier ruedo de España o América, como lo hace José Antonio Morante de la Puebla? Naturales infinitos, eternos, inenarrables, largos: trazados con misticismo morantista y misterio picassiano. Una copla, en la Puebla del Río, un ¡olé! de suspiro y una media verónica, para soñar, que comienza en la Maestranza y acaba en Beziers o en Dax: de sur a norte, de una cultura, a otra cultura. El romanticismo taurino es un movimiento cultural, sociológico y antropológico, cuyo creador ha sido Morante de la Puebla. La literatura taurina lo descubrió una tarde de abril: de verde y oro, el Guadalquivir. Mirando el agua, desde un velero. Allí, cerca, el cielo de la Giralda, en una fotografía: la torre del Oro, dormida.
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