El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
No recuerdo bien qué gran autor de la historia vociferó, cuando fue expulsado del Gobierno del triunvirato, de forma desafiante a aquellos que los habían derrocados que volverían a confiar en él para que solucionase el fracaso al que iban a sumir al pueblo. Evidentemente, nunca volvió, aunque más que por motivos profesionales, fue por motivos de salud, así lo afirmaron las hendidas en su espalda.
La historia demostró que al final volvieron, no él, pero sí sus secuaces. Porque a veces, ciertos actores sociales permiten deliberadamente que se dejen de atender ciertas necesidades o se permiten que se establezcan según qué deficiencias, para que al final el ciudadano entienda por muto propio la necesidad o la demanda de una solución externa para exterminar o extirpar ese el problema. Y ellos mismo suelen ofrecer la solución, dejando a un lado el servicio público que representan.
La sociedad una vez que ejerce el voto, en este sistema democrático de derecho y social -partitocrático-, pierde el control del gobierno. Durante cuarenta años no se ha gestado ningún tipo de mecanismo de control en el que se pueda hacer un seguimiento por parte del sistema –ni jurídico ni legislativo- que pueda servir de filtro o de protección para aquellos equipos de gobierno que no cumplan con los objetivos o promesas establecidos, por ejemplo, en las campañas legislativas o que no separen los tres poderes del Estado. Actualmente el parlamento sirve para escenificar un teatro o una representación dirija a entretener y ofrecer un producto visual, más que solucionar los verdaderos problemas que tiene la sociedad. La prioridad es perpetuar un sistema esclavista capitalista, donde el capital es el pueblo, la moneda de cambio, junto con su sometimiento a los intereses de unos pocos.
Y es que esa forma paternal de dirigir los designios de un país viene dada a la necesidad que nos crean y que hace que nos veamos como niños, como ciudadanos imberbes que adolecen de los conocimientos y las herramientas para poder valerse por sí mismo. Así es como también se gesta a los esclavos de una sociedad. Haciéndoles creer una norma en la que el ciudadano siempre necesitará al sistema para subsistir. Una educación ineficaz, una sanidad pública deficitaria, unos puestos de trabajo precarios, todo perfectamente articulado para construir una sociedad a su justa medida que dependa del Estado, para acabar diciéndonos que sólo ellos serán capaces de darnos la solución final. Y es que en muchas ocasiones –irónico- creo que lo están consiguiendo, a pesar de que la única solución posible que existe seamos nosotros y el derecho de un verdadero compromiso con lo público.
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