
Metafóricamente hablando
Antonia Amate
Sangre, sudor y lágrimas
A la luz del día
AUNQUE este peculiar localismo resulte más o menos eufónico, cierto es que alude al mal genio y, ante ello, buenas son las prevenciones. Si bien, no es lo mismo una mala fondinga ocasional, o concentrada en algunos momentos del día, que otra pegada al carácter y a la disposición del ánimo de quien la sufre. Levantarse de mal genio, así, puede ser una desabrida condición del temperamento que se remedia a poco que las abiertas luces del día espabilan a quien se manifiesta áspero. Y aunque no convengan tampoco empalagosas bondades arcádicas o pastoriles en el devenir de cada jornada, tener mala fondinga sin descanso inhabilita, entre otras cosas, para las relaciones interpersonales. Cuestión de enjundia sería también discurrir entre el grado de afinidad que puede aproximar la mala fondinga a la mala follá, pero dejemos esa ardua empresa para más sesudos analistas del carácter, o más preclaros exegetas de lo que decirse quiere con tan singulares vocablos. De momento, bastará con apuntar algunos remedios para que el mal humor, primo hermano de la mala fondinga, no agrie el carácter. Parece, entonces, que las personas con mal genio reservan poco tiempo para meditar. Pero no al modo de un zen converso ante la doctrina de un manual de autoayuda, sino algo más sencillo y ordinario: pasar la prueba de la almohada y así advertir qué razones destemplan el genio para prevenirlas o evitarlas. Mas este ejercicio, al interior de la conciencia y sin Pepito Grillo, no debe robar tiempo al sueño ya que el ánimo parece sensible a las bondades del buen dormir. A su vez, es preventivo alejarse de las personas malhumoradas, que tal profilaxis resulta necesaria porque la mala fondinga, sí, se contagia. Y sus brotes más virulentos no necesitan razones mayores, sino que bastan acontecimientos sin mucha trascendencia, situaciones momentáneas o comentarios algo inoportunos para que el genio presente un cuadro clínico contagioso con tan solo la presencia. Una de sus primeras manifestaciones es la de considerar únicamente el lado negativo de las cosas. De ahí que también se aconseje evitar las discusiones porque, presos del mal genio, el estado de las cosas no puede sino empeorar y lo que se dice ser mal interpretado. En fin, que la mala fondinga es una condición malsana y contagiosa, aunque los antídotos queden al alcance de la mano cuando, ahí es nada, se aprende a controlar las emociones.
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