Madonna con arrugas

El edadismo, la discriminación por razones de edad, ocasiona agravios. Sin embargo, puede configurarse un “poder gris”

02 de febrero 2024 - 00:00

Las cuestiones de género -que no gramatical- también parecen afectar al edadismo, esto es, a la discriminación por razones de edad; sobre todo, si resulta avanzada. En definitiva, edadismo de género, pues se reprochan o señalan más los signos de la edad madura, por no decir los de la vejez, en las mujeres que en los hombres. Así, que Mick Jagger, cantante del grupo The Rolling Stones, o James Paul McCartney, bajista y cantante de The Beatles, sigan actuando a sus ochenta años cumplidos merece elogios de sus todavía enfervorecidos o irreductibles admiradores. Mientras que las arrugas en el rostro o en los brazos de Madonna, a sus sesenta y cinco años, cirugía aparte, dan para aconsejarle la retirada. Claro que, si ese edadismo de género fuese una regla, la excepción mayor correspondería a la reina del rocanrol, la excelsa Tina Turner, a la que expreso soberano respeto y mantenida memoria, tras su muerte con ochenta y tres años. Escucharla cantar What’s love got to do with it es una imperecedera muestra de inmortalidad y resulta imposible no reaccionar al musical atractivo de esa canción que se hace una genialidad en la garganta de la Turner.

Con Madonna, sin embargo, fotografiada con un peinado a lo Marilyn Monroe y la lencería que acostumbra llevar, las arrugas y flacideces de la piel han provocado reacciones más bien propias de misoginia e invitaciones a que piense en dejarlo y envejezca con dignidad, si bien tiene asimismo una legión de adeptos para los que Madonna debe seguir haciendo lo que le dé la gana. En cualquier caso, los efectos del edadismo, en personas conocidas por su fama mundial, como ocurre con destacados cantantes, tienen que ver con su pública exhibición y los antecedentes de su biografía y de su, dígase, carrera artística. Cuestión bien distinta es, entonces, la de los ordinarios o comunes sujetos -entiéndase hombres y mujeres- que, en cuanto llevan cinco o seis décadas a las espaldas, parecen minusvalorados por razón de los cumpleaños con muchas velas. Craso error este, pues con las edades de la madurez y la sabiduría de los años bien cumplidos, amén de por razones demográficas, es fácil constituir un “poder gris”, para nada asimilable a la gerontocracia, sino al aquilatado sentido común

stats