Antonio Lao
El silencio de los pueblos
EL presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, es consciente de la “china en el zapato” en la que se ha convertido la Sanidad para su gobierno. De ahí que esta semana insistiera en demandar al Gobierno Central un pacto que tenga entre sus objetivos una ampliación anual de mil plazas MIR en los próximos cuatro años. Es esta una de las causas, que no la única, del déficit de médicos que arrastra la sanidad andaluza y que nos ha llevado en los últimos años a un engorde, no deseado, de las listas de espera. Cierto es que la intención del ejecutivo andaluz es taponar la hemorragia por la que sangra uno de los pilares en los que se basa nuestro estado de bienestar. La salud que recibimos - médicos, tecnología, atención...- miden casi con la precisión con la que corta un bisturí nuestro nivel de desarrollo, estado de bienestar y satisfacción de los usuarios del sistema. Y en eso, hoy por hoy, no llegamos al aprobado. De ahí que desde la oposición, oliendo la sangre, lleven meses asidos o agarrados a la yugular de un animal herido, tratando de desangrar y matar a quienes lo cuidan y mantienen vivo, aunque en UCI y con respiración asistida.
Los datos de las listas de espera en la provincia, como el algodón, no engañan a nadie. Los últimos conocidos dicen que en esta tierra son 95.000 las personas que hacen cola para operarse a ir al especialista. Una cifra, se mire por donde se mire escandalosa, no tolerable para un sistema sanitario, como el nuestro, que ha sido siempre la joya de la corona dentro de los países desarrollados. En los últimos seis meses la lista se ha incrementado en 3.000 personas para operarse o para obtener una valoración por parte del médico. Todo intento por parte de la administración por atajar la sangría no sólo ha resultado baldío, sino que ha crecido de forma exponencial. De nada han servidos los anuncios de planes para reducir la fría cifra de la que hablamos, en la que detrás hay personas, seres humanos, cada uno con su patología y su angustia, sabedores de que o tienes el dinero para irte a la privada o los riesgos a los que te enfrentas pueden dar al traste con tus esperanzas de vida
Les cuento un caso. Uno de estos 95.000 de los que hablamos. Juan, -nombre ficticio-, relata se periplo por frías salas de hospital y centros de salud. Comenzó con un pequeño dolor en el costado. Aguantó lo que pudo antes de acudir a su médico de cabecera. Lumbago, ciática, hernia... El dolor persistía. Se fue a la medicina privada, -se podía permitir una consulta por el módico precio de 300 euros- que le diagnosticó una piedra o cálculo en el riñón. Un TAC en la privada confirmó lo que ya sabía. Recibido por el urólogo le anunció su paso a una lista de espera que ya advirtió, larga. Y ahí sigue. El dolor no ha remitido, aparece de forma ocasional. Eso si, tuvieron a bien advertirle de que si la piedra se movía y provocaba un cólico nefrítico acudiera a urgencias con celeridad. Y hasta hoy.
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