El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Las editoriales grandísimas orientadoras de estilos y conseguidoras de miles de millones de ventas de papel impreso del que viven mecanógrafas, recepcionistas, secretarias y hasta escritores se deslucen cuando francotiradores se curran una biografía de lujo sobre un grupo de lujo. El mejor (y casi único libro) sobre Supertramp no es un librito de reseñas raquíticas de encargo de pestiños sino un monumental compendio de trayectoria, entrevistas, fotos y anécdotas realizado por un solo hombre. Un hombre sin anticipos. Y yo lo he comprado. De persona a persona, de fan a fan. Se llama Huellas de vagabundo y el héroe y mago es Abel Fuentes, de profesión, sus labores. Y alucina, tiene versión en inglés y según dice, la han recibido y leído algunos de los miembros o ex miembros, con los que tiene contacto. Supertramp es un grupo que sólo grabó realmente 4 discos, eso sí, imprescindibles y perfectos (crime, crisis, quietest, breakfast), uno más (last) era un menú recalentado. Los anteriores (dos) eran un boceto, unos apuntes a los que les faltaba todo, todo lo que llegó después. Y todos los que hicieron luego (cuento incluso los de Roger Hogdson) son vanos intentos de emularse a sí mismo, y sí, no. Yo no conozco otra biografía tamaña y la he buscado. Supertramp es, era, un grupo extraño, megavendedores, pero de dar poco al sálvame, sólo hacían buena música. Pasó lo que pasa con muchos grupos, se va el alma verdadera y el grupo empieza a perder el norte. Pasó con Génesis (al que le guste Génesis post Gabriel tiene el criterio de charanguero de fiestuca feriante). Y a la biografía, a la que por cierto sólo he saboreado aleatorias páginas (es inmensa), sólo le falta que una editorial haga una oferta suculenta y a compre y la desbarate, la pula, la haga polvo, la convierta en un objeto insulso de mercadotecnia, la venda en todo el mundo y modele al escritor para convertir una obra faraónica en un tocho que pesa lo mismo pero tiene la mitad. Y se quite la chicha, la mandanga, lo que no está en el libro de estilo y se destroce completamente. Le falta el toque ovejero de los revisores de estilo, gramática, sintaxis y planeidad, para que nada sea diferente y denso, solo vendible, exportable y rentable. Y extraer del autor su actitud circense ante los medios (la americana, lo principal) y que sepa vender el humo adecuadamente. No veo al tal Abel en eso, pero todo se andará.
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