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En 1651 Thomas Hobbes publicó "Leviatán", una de las grandes obras de la filosofía política del mundo moderno, de las más inquietantes e influyentes, controvertida desde su misma aparición hasta hoy. Por vez primera se justificaba el absolutismo de una forma racional y empírica, radicalmente materialista, atea, sin echar mano del débil e ingenuo argumento teológico que justificaba el poder y la legitimidad de los gobernantes por su supuesta descendencia genética del primer hombre con plenos poderes sobre el mundo -Adán- creado por la divinidad. Hobbes sostiene que el ser humano es por naturaleza antisocial, cruel y egoísta, y que solo busca satisfacer sus deseos personales sin límite alguno, pasando por encima de los demás si es necesario. Esto crea un permanente conflicto de "todos contra todos", donde la violencia es perenne y connatural a nuestra condición. "El hombre es un lobo para el hombre", diría Hobbes en una de sus afirmaciones más célebres. La única forma, por tanto, de tener paz duradera es renunciar individualmente al poder y otorgar entre todos un contrato social o Estado donde todo el poder se concentre en una sola figura, despiadada y aterradora, capaz de infundir pavor a sus súbditos a fin de que éstos, atemorizados, cumplan las leyes del pacto. A este gobierno todopoderoso Hobbes lo llama Leviatán, en referencia al mítico monstruo marino que aparece en la Biblia. El ensayo de Hobbes tuvo una larga influencia posterior y fue crucial en el debate por el liberalismo en la Ilustración, que acabó en la Revolución francesa y trajo la caída del Antiguo Régimen. Resulta asombroso, en todo caso, el paralelismo entre la obra pictórica más personal y profunda de Francisco de Goya y las tesis hobbesianas sobre la condición humana. Obras como el "Duelo a garrotazos" o el "Saturno" de las Pinturas Negras son un ejemplo más que elocuente. Y, por supuesto, "El Coloso" viene a ser la más poderosa representación del monstruo-Estado Leviatán, de no pocas similitudes con el grabado que ilustra la portada de la primera edición inglesa de 1651, en la que un gigante-rey surge de forma frontal y amenazante -como en origen pintó Goya el suyo, según se ve en las radiografías del cuadro- por detrás de una colina. La influencia inglesa sobre los ilustrados españoles está ampliamente estudiada, pero sería interesante tirar más del hilo; con toda probabilidad, Goya debió de conocer la obra de Hobbes.
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