El Leviatán del Algarrobico

19 de mayo 2024 - 00:15

El Leviatán es una bestia mitológica arcaica que resurge en el imaginario bíblico cual criatura serpentiforme, de múltiples cabezas tortuosas y rasgos draconianos, capaz de enroscar naves al pairo en un torbellino devorador insalvable. Un icono infernal redimido por T. Hobbes como metáfora del insaciable poder y soberbia del Estado que todo lo envuelve, todo lo acapara y todo lo engulle para gozo de sus malignos diablillos. Una alegoría de monstruosas cabezas zampantes que hoy nos evoca esa mole de cemento de veinte plantas del frustrado hotel Algarrobico, alzado en el ámbito del Parque Natural de Cabo de Gata, a pesar de los blindajes legales que, se suponía, velaban por su conservación. Un abuso urbanístico, alocado y soberbio del poderoso Leviatán administrativo, si utilizamos la metáfora de Hobbes, reencarnado entre las fuerzas más oscuras que aún campean, tan campantes, sobre la política y la Administración, o viceversa. Sin responsabilidad conocida, en este caso. En crónica aparte, (donde manda director acata opinador) les resumo algunos hitos que marcaron el laberíntico devenir forense del engendro, aunque exigiría un libro desarrollar las claves veladas sobre la identidad de los procreadores y beneficiarios furtivos del festín, y que aclarara quiénes propiciaron la vulneración de la legalidad urbanística y administrativa hasta un grado de imprudencia acaso inexcusable. Y justificara por qué aquel retracto de suelo acordado por la Consejería de Medio Ambiente en 2006, nunca se ejecutó. O por qué la Junta mutó su posición ante los Tribunales y pasó de apoyar el planeamiento urbanístico que permitía el Hotel, (algo que nunca explicó nadie, que yo sepa) a defender hoy su demolición según se noticia en los medios. Y por qué una sociedad (P. Club Algarrobico) participada por la Junta (a través de SOPREA) compró en 1995 (a Río Alias) los terrenos donde se asienta la mole proto hotelera, para venderlos a la promotora Azata, en 1999, por casi tres millones de euros. O por qué se construyó hasta una carretera púbica para acceso a una parcela privada como era ésta. Se trata de un entramado de actos administrativos y títulos jurídicos, nunca investigados, siempre llorados y siempre por desenclavar, tan mistéricos como un Leviatán envolvente que trasegó, no sabemos al bolsillo de quienes, los beneficios de un arremangue que, no lo dude, sí acabaremos pagando todos lo demás.

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