Francisco S. Collantes

Lenguaje castizo

abierto de noche

PERO que garbo y que salero luce Doña Esperanza. Allí donde cualquiera hubiera dicho cualquier otra palabra ella dice mamandurrias. Y cómo nos ilustra sobre palabras desconocidas si bien reconocidas por el DRAE. Y cito textualmente (De mamar). f. Sueldo que se disfruta sin merecerlo, sinecura, ganga permanente. Y bien es verdad que pocos personajes públicos nos descubren la riqueza de nuestra lengua tal y como lo hace ella, aficionada al verbo fluido. Y yo que pensaba que era un invento de ese verbo. Pues no. Y es un verbo de los buenos y sigo citando textualmente (Del lat. verbum). m. Sonido o sonidos que expresan una idea. Y vaya si lo expresa. Ella da como nadie con su dardo en la palabra, cual Lázaro Carreter de las declaraciones. Donde esté un buen lenguaje irritante que se quiten los correctismos políticos. O eso transmite. Experta en transmitir con claridad, de ella no se puede decir que gasta retranca; cuando sube, sube y cuando baja, baja. Díscola entre los suyos y lenguaraz, no hace caso a los asesores de protocolo, y claro, a la gente hay que darle pan y protocolo, menos léxico y más retórica. Y mira que me ha gustado la palabra. De hecho, yo ya no pienso en otra cosa. Confesemos que la dichosa palabra es el sueño español al que no sabíamos como llamar con propiedad. Yo lo confieso y me consta que a tenor de las infinitas conversaciones con amigos y conocidos de clase media-baja en lugares recónditos medios-bajos hay plena afección a la causa.

Al beneficiario de tal prebenda se le respeta, ya no es un cualquiera que no tiene donde caerse muerto y puede mirar por encima del hombro del español medio-bajo del montón que no lee a los filósofos. Ese español medio-bajo se interesa cada día por el número que ha salido en los ciegos y no se pone corbata. Tampoco va a los gimnasios y sólo viste traje en las bodas. No quiero pensar como se llamaría el que disfruta de la idea y el sonido de la expresión, esa palabra no existe porque no casa con el caché respetable que otorga. Y por eso mismo aunque resuene en los papeles durante semanas a la palabra no le auguro gran futuro ya que siempre la cambiaremos por expresiones soeces y vulgares, mientras anhelamos lo mismo de los mismo del nacional-sueño. El español y los siete pecados capitales, cuarenta y seis años después, sigue siendo un best seller viviente por muy europeos que nos pongamos. Y no somos capaces de aprovechar las exquisiteces lingüísticas que nos brindan a menudo con tesón y a micrófono abierto. Hablemos mal de lo que bien que nos gustaría conseguir, pero con riqueza verbal, para que se note.

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