Antonio Lao
El silencio de los pueblos
La estrategia en la universidad es muy clara, desde hace bastantes años. Sobre todo, desde el Plan Bolonia, que con la excusa de «homologar títulos europeos» consiguió devaluar los grados universitarios al punto de que uno ya «no es nadie» si no tiene uno o varios másteres y ahí es donde entra de verdad el mercadeo, el «tanto tienes tanto vales». No obstante, el segmento de población al que se dirige la universidad, aun siendo amplio, no es ni mucho menos el más débil o el más desfavorecido. Antes de la universidad ya ha habido una grandísima criba que el sistema se ha encargado de asegurar. Al inmigrante recién llegado, a personas nacidas en barrios desfavorecidos, quien ha tenido mala suerte en la vida, serios problemas familiares, entornos insalubres de delincuencia, marginalidad, etc., le resultará muy difícil llegar a la universidad.
Hoy me quiero referir sobre todo a la Formación Profesional, que en este país nuestro ha sido siempre la «hermana pobre», esa a la que iban a parar «los que no valían para otra cosa». Esta imagen ha ido mejorando a lo largo del tiempo, sobre todo porque se ha constatado que tiene una enorme empleabilidad (en ocasiones, superior a la universidad), grandes posibilidades de futuro, complementa la universidad, es otra vía de acceso a estudios superiores… Y además, atiende una grandísima diversidad de intereses, desde ciclos muy manipulativos (carpintería, mecánica, mantenimiento, jardinería) hasta otros sumamente técnicos y especializados (informática, ciclos sanitarios, dependencia, educación infantil… por poner solo algunos ejemplos).
Este es un «mercado» y un «público» emergente que en Andalucía y otras comunidades no han tardado en aprovechar. Dado que hay mucho por hacer, ya que todavía falta una estructura sólida y amplia de centros de formación profesional, aprovechemos la ocasión para crear una gran red privada, que nos permita llenarnos el bolsillo con el futuro de los jovenes. Tuve un jefe en un colegio que decía que «el mayor genio de la historia fue quien descubrió que en lo que se gastan el dinero los padres es en los hijos». Conscientes de ello, la Consejería andaluza apuesta claramente porque quien quiera FP, se la pague, que tenemos muchos amiguetes y «algo pillaremos». Si hay personas que no pueden pagársela, que se las apañen, que para eso dice la doctrina neoliberal que si son pobres, es por su culpa.
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