Antonio Guerrero

Felicidad y justicia

La Mirada Zurda

06 de abril 2016 - 01:00

EXISTE una total relación entre felicidad y justicia. Para que una persona pueda ser feliz no solo debe tener una gran satisfacción personal consigo mismo sino que también debe contar con el apoyo de la situación social y política de su entorno. Según Kelsen y Benthan sino se da el marco adecuado que garantice un orden equilibrado en la sociedad, donde todos tengan la misma oportunidad de realizarse como individuos, la felicidad no será posible para cualquiera y solo se dará en términos de utopía y estética. Por ello es lícita la afirmación referida al principio: la relación entre felicidad y justicia existe. En función de las garantías sociales posibles así será el porcentaje de ciudadanos felices en una comunidad. Con ello hablamos indirectamente de otras cuestiones: la dignidad, la honorabilidad, los valores y etc. Debe haber un mínimo exigible de todos ellos en forma de derechos que se puedan sumar a la satisfacción personal y dar así un resultado positivo en la ecuación. ¿Y en nuestro país, es adecuado el marco? Ahondemos: creo que en España no hay la suficiente justicia social. Y no solo lo digo por la crisis del neoliberalismo. Es también un problema de nuestra tradición cultural. Este es el país del "Lazarillo de Tormes", es decir donde siempre ha tenido más importancia la gestión de la supervivencia que la de la confianza interpersonal. Es desde luego un país donde ha habido muchas disputas y guerras internas: desde las conquistas y reconquistas, hasta las guerras de dinastías; y donde la política ha estado contaminada por el territorialismo existente ya en la época de los reyes católicos. Además se trata de un país sureuropeo donde el componente hormonal no ayuda a la inteligencia emocional. Con todo esto nuestra tradición es la de la "desconfianza interpersonal" hacia el semejante. Eso significa que no hay una situación de justicia social mínima. Por ello creo que no puede darse un número muy elevado de personas felices. Si apenas confiamos en nuestros semejantes, o compatriotas, si no tenemos el más mínimo aprecio por las personas de nuestro alrededor como vamos a tener un país justo y por ende como vamos a poder ser felices si nosotros mismos no reconocemos a los demás ese derecho. En realidad ser feliz, si eres español, es muy difícil. Cualquier extranjero lo tiene más fácil. Ellos confían mucho más en sus semejantes.

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